Gustavo Mendoza Ávila

Los ricos de Morena y su hambre de poder

Cuando Carlos Hank González, dijo: “un político pobre, es un pobre político”, para algunos planteó un aforismo que vincula poder y riqueza como interdependientes y necesarios entre sí; para otros, fue una manera de justificar la corrupción de priístas de entonces —hoy morenistas— haciendo creer a los ingenuos que los políticos ricos tienen mejor desempeño —contrario a los pobres políticos—, y que es importante que sean ricos para que no roben —como si los políticos corruptos tuvieran “llenadera”—.

En México se ha ido normalizando la cultura que asume a la política como profesión —como actividad privilegiada para enriquecerse—, olvidándose de que ésta constituye la forma más alta de la caridad cuya esencia es la construcción del bien común, como lo ratificó SS León XIV en el Jubileo de los Gobernantes.

La erradicación de la corrupción ha sido, desde la transición democrática en el 2000, el tema con el que la oposición ha llegado al poder. Pero poco ha pasado en 25 años: los gobiernos panistas subieron la “cuota”; con Peña Nieto cambiaron cuotas por acciones en las empresas contratistas; y, con Morena, usan prestanombres y empresas fantasma para adjudicarse los contratos.

La escandalosa corrupción de Enrique Peña Nieto y de su gobierno, fue la causa del triunfo de AMLO, quien se comprometío a erradicarla “barriendo de arriba hacia abajo…” Pero “más tarda en caer un hablador que un cojo”: en lugar de combatirlos, AMLO decidió congregarlos en su partido, purificando con la bendición de la impunidad, a quienes pasaran a sus filas. Los Yunes son una muestra: les desaparecieron todas las denuncias penales…

Muchos morenistas llegaron al poder con hambre, y no de acabar con la pobreza y la injusticia, sino de poder y de dinero. Por su meteórica carrera de enrequecimiento son llamados los nuevos ricos. Personajes desarrapados que antes boteaban para obtener recursos para sus actividades, que ahoran usan traje, corbata, relojes y vehículos de alta gama, viven en zonas residenciales, realizan viajes internacionales y sus hijos estudian en el extranjero.

Lo censurable de los nuevos ricos morenistas, es su cinismo, hipocresía, impunidad, ostentación y arrogancia: se han enriquecido en circunstancias en que ni Bill Gates o Carlos Slim podían lograrlo.

Su actitud altiva y de desprecio hacia su origen expresa falta de humildad y necesidad de reconocimiento social a sus ¿logros?; también la incapacidad gubernamental para limitar las ilegalidades: nepotismo, tráfico de influencias, empresas fantasma, huachicol fiscal y huachidiesel, entre otros. La “austeridad republicana” o la “pobreza franciscana”, quedaron en ideal de campaña.

Es incuestionable el contraste de estilo de vida de muchos morenistas antes y después de llegar al poder, comenzando por el mismo AMLO y sus hijos. Se construyó un hospital de primer nivel y una guarnición militar cerca de su rancho; los costosos tenis de su hijo menor; el viaje de “Andy” y Daniel Asaf a Japón. También en su círculo cercano: Ricardo Monreal hospedado en un costoso hotel en España; Mario Delgado y su acompañante en un lujoso hotel de Lisboa; los viajes en Primera Clase de Gerardo Fernández Noroña (turismo parlamentario); la comida de los Yunes en exclusivísimo restaurante en Capri; o el diputado morenista Enrique Vázquez, en un antro en Ibiza.

Estos nuevos ricos tienen adicción a marcas como Prada, Tiffany, Ferragamo, Cartier, Gucci, Montblanc… Atrás quedaron huaraches, playeras del Che y la mezclilla.

Es mala la riqueza mal habida, como la hipocresía de decirse marxistas siendo ricos; o la incongruencia de utilizar clientelarmente a los pobres sin mejorar sus condiciones.

Ni el demagogo de Tabasco resultó San Francisco ni franciscanos sus familiares y amigos. Al final de cuentas, el hambre de poder de los ricos morenistas exibe la demagocia del movimiento. Hay quien a puerta cerrada confiesa: aunque el chairo se vista de seda, chairo se queda.

Periodista y maestro en seguridad nacional

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