A pesar de la fobia de la ultraizquierda latinoamericana que ve amenazada su continuidad en el continente por el triunfo de Javier Milei en Argentina, y ve en ello el regreso de la ultraderecha, lo rescatable de esta elección es el triunfo de la democracia: Milei se convirtió en el presidente más votado en la historia de Argentina gracias a las redes sociales y al papel de los jóvenes.

El voto del cambio por hartazgo (del peronismo) es consecuencia de sus resultados: en los últimos 20 años generó una hiperinflación (en septiembre los precios aumentaron un 12.7%); crecimiento de la pobreza (18 millones de argentinos son pobres: 40% de la población y el 9.3% es indigente); fuga de capitales; y, la canasta básica no alcanza a cubrirse con el salario mínimo, que asciende a 132 mil pesos (alrededor de 380 dólares).

Es de destacar la solidez de las instituciones públicas argentinas, ya que a pesar de que el peronismo ha impulsado cambios de fondo en el gobierno durante los 16 años que ha gobernado, no logró —como sí lo hizo Hugo Chávez, en Venezuela, Daniel Ortega en Nicaragua, y lo está haciendo López Obrador en México— destruir o someter a las instituciones democráticas, de suerte que la alternancia fue posible.

Entre los retos que enfrentará Javier Milei al inicio de su mandato, se encuentran los siguientes: integrar un equipo de gobierno lo suficientemente fuerte y profesional para realizar un muy buen mandato; establecer un programa de gobierno capaz de lograr cambios en el corto plazo: introducir una política de choque capaz de frenar la inflación, devolver el poder adquisitivo a la población, dar garantías a la inversión, generar empleo y cumplir los compromisos internacionales.

También requiere hacer alianzas, pactos, acuerdos y negociaciones con la sociedad y con las principales fuerzas políticas del país para lograr la reconciliación; al no contar con la mayoría en el Congreso requiere hacer mucha política para conseguir los cambios legales e institucionales necesarios para revertir la crisis y sentar las bases para el desarrollo.

Pero lo más importante será constatar si da resultados positivos en el corto plazo, para lo que hará falta modificar su discurso rupturista e impulsar una narrativa de reconciliación, lejos de los excesos verbales con los que atacó, sin consecuencias, a todo el que lo cuestionó.

Aunque lo deseable sería que lograra transformaciones significativas en beneficio de los argentinos, está por verse si es posible superar su actitud populista de campaña o si será uno más de los gobernantes populistas latinoamericanos que venden paraísos y construyen infiernos.

La democracia como tal debe ser modernizada para dar cabida a mecanismos sociales y gubernamentales que garanticen la buena conducción del gobierno, la creación de leyes útiles e incentiven la participación de la sociedad en la formación de las agendas de gobierno, en las definiciones políticas de fondo, porque se ha caracterizado por facilitar el arribo de autócratas, de gobiernos fallidos de derecha e izquierda.

La democracia le otorga la oportunidad a Milei de probar si realmente es una opción o si, como la ultraizquierda latinoamericana, es incapaz de contribuir al bien común de sus ciudadanos.

Por lo pronto, su oferta de gobierno carece de un sustento cultural atractivo y confiable para los argentinos y para quienes en Latinoamérica siguen su ejemplo. Veremos y diremos.

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