El fracaso de la izquierda autodenominada “progresista”, en Bolivia, con el triunfo electoral de la oposición y la derrota del Movimiento Al Socialismo MAS, después de 19 años de gobierno (2006-2025), es consecuencia de la grave crisis política, económica y social que este causó. Y no, no es por la intervención de fuerzas externas, sino por su incompetencia para generar riqueza y porque tiende a ser autoritaria y corrupta.

El ganador se definirá en una segunda vuelta porque la oposición no obtuvo el 40% de los votos necesarios para definir al presidente.

A pesar de cierta bonanza económica lograda en el primer periodo de Evo Morales, gracias a la exportación de gas —14 mil millones de dólares en reservas—, en lugar de invertir en educación, creación de empleos productivos e infraestructura, incrementó el gasto, subsidió bienes públicos y creó programas sociales —el 85% de la Población Económicamente Activa PEA vive en la informalidad.

Programas sociales como el Bono Juancito Pinto —para evitar la deserción en estudiantes de primaria y secundaria de escuelas públicas—; el Bono Juana Azurduy —para mujeres embarazadas y madres de niños menores de dos años—; la Renta Dignidad —para mejorar la calidad de vida de adultos mayores a partir de 60 años—, contribuyeron a reducir la pobreza moderada —entre 2005 y 2014— del 59% al 39%; y la pobreza extrema del 38.2% al 18.8%, según cifras oficiales.

Lamentablemente no se previnieron las vacas flacas. No se invirtió en exploración de hidrocarburos, y la producción de gas y petróleo cayeron, reduciendo el ingreso de divisas; la reserva interna cayó a 2 mil millones de dólares; los déficit presupuestales se resolvieron con impresión de moneda y la inflación llegó al 25% anual, aniquilando cualquier beneficio de los programas sociales; la falta de divisas impidió importar productos básicos, surgió la escasez de alimentos y energéticos: las filas para llenar un tanque de gasolina o diesel duran días.

La actividad formal es insuficiente para dinamizar la economía. El déficit fiscal es del 10% anual; y la deuda pública del 95% del PIB. El gobierno congeló las cuentas en dólares de la población —“corralito”— y paga 6.96 bolivianos por dólar, mientras en el mercado negro se pagan 14 bolivianos por dólar.

La incompetencia gubernamental causó la crisis y los conflictos derivados del malestar social. La decepción de la población —incluidos los seguidores del MAS, al igual que en Argentina con los Kirchner— han hecho posible un cambio de régimen.

El MAS se dividió en tres: la corriente de Evo Morales, inhabilitado por el Tribunal Constitucional con órdenes vigentes de captura por estupro agravado y trata de personas, pretende boicotear la elección; la de Luis Arce, que terminó renunciando a la candidatura por el rechazo social y en su lugar nombró a un representante, Eduardo del Castillo, con el 1.5% de preferencia electoral; y la del presidente del Senado, por el MAS, Andrónico Rodríguez, con un 6% de la preferencia electoral —apedreado en la urna por seguidores de Evo.

Del lado de la oposición, de “extrema derecha”, hubo dos candidatos: el empresario cementero Samuel Doria Medina, de Alianza Unidad y miembro de la “Internacional Socialista”, su propuesta de campaña fue recuperar la estabilidad económica, la reducción de la burocracia, hacer una reforma constitucional, fomentar el sector productivo, y aliarse con EU.

El “derechista” Jorge “Tuto” Quiroga, expresidente interino, exministro de Hugo Banzer, por la Alianza Libre, integrada por el Frente Revolucionario de Izquierda Partido Socialista y el Movimiento Demócrata Social, propone romper con el Foro de Sao Paulo y modernizar la economía.

En Bolivia, el rechazo electoral a la izquierda demostró su fracaso como gobierno, lo cual constituye una nueva esperanza para ese país. Sin embargo, quien resulte ganador habrá ganado la rifa del tigre debido al desastre que deja el MAS para los bolivianos.

Periodista y maestro en seguridad nacional

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