Andrés Manuel concluye su gobierno con gran cantidad de negativos, derivado de las falsas expectativas creadas a lo largo de 18 años de campaña, entre ellas: resolver el caso Ayotzinapa, pacificar al país desde el primer día de su gobierno, acabar con la corrupción y la impunidad, dar prioridad a los pobres, sacar al ejército de las calles, lograr la cobertura universal en salud, etc., dejando a su paso ejércitos de frustrados, desencantados y arrepentidos.
Entre los mayores daños sufridos en este gobierno, está la deconstrucción de la democracia a través de la pérdida de equilibrios entre Poderes (el Poder Legislativo al Ejecutivo; y el intento de subordinación del Judicial); capturar, someter o aniquilar a las instituciones autónomas: CNDH, INAI, INE y TEPJF; la persecución a periodistas y medios de comunicación y a quienes no se sujetan al pensamiento único del Presidente.
De acuerdo a la narrativa populista y autoritaria de AMLO, México seguirá siendo una democracia, y no sería una dictadura, porque como en Cuba, Nicaragua o Venezuela, habría elecciones, omitiendo que se cancelaría la alternancia, elemento que distingue a las democracias.
Entre los daños sufridos por este pésimo gobierno, están: más de 200 mil muertos a manos de la delincuencia organizada (los subregistros hablan de 180 mil); más de 850 mil muertos por la pandemia, reconoció López Gatell (los subregistros reconocen solo 350 mil); más de 45 mil desaparecidos (aunque quieran desaparecer a los desaparecidos); más de 7 mil feminicidios, etc.
Otros daños severos ocasionados por este gobierno, han sido: la pérdida de unidad, seguridad, confianza, tiempo, oportunidades y de la certeza jurídica, derivados de la polarización y violencia auspiciados por el propio Presidente.
También Andrés Manuel López Obrador tuvo pérdidas. Una de las más importantes, fue de su “autoridad moral”. Quedó marcado de por vida (como José López Portillo con el mote de “el perro”) con el “#narcopresidente” y “#narcogobierno”. Y no como resultado de una publicación, sino por la suma de hechos que van desde amarrarle las manos a las policías y fuerzas armadas para no perseguir a los cárteles; otorgarle impunidad y libertad al crimen organizado para operar y expandirse territorialmente; liberar al hijo del Chapo, saludar a su mamá; dejarlos operar electoralmente en beneficio de su partido, etc.
También perdió su “honestidad valiente” por la corrupción de funcionarios de su gobierno, allegados y familiares suyos; y las más de 80 mil mentiras registradas en las mañaneras, que lo hacen ver como un mentiroso compulsivo (Donald Trump quedó como niño de pecho).
Hoy, su prioridad es ganar las elecciones para gozar de impunidad él, sus hijos y cercanos, para no responder por los grandes daños que le han ocasionado al país; continuar con su proyecto autocrático, a través de Claudia Sheinbaum, quien será su gerente en la presidencia, por cuanto que su misión no será el bien común de los mexicanos sino apegarse al guion que le impuso Andrés Manuel, el cual implica el control y destrucción de las instituciones y la prolongación del gobierno autoritario.
Si al Presidente le preocupa saber si hay videos donde aparecen sus hijos recibiendo dinero del narco, como señala un columnista, que les pregunte, no sea que se repita la experiencia de Ímaz, ex esposo de su candidata Sheinbaum, Bejarano, la maestra Delfina Gómez, su secretario particular y otros.