En política el autoritarismo, la irracionalidad y la soberbia, siempre han sido malos consejeros. Hoy le toca a Sheinbaum pagar el precio de su falta de templanza y prudencia al decidir deslegitimar el movimiento juvenil acusándolos de obedecer a intereses internacionales, de dejarse manipular por la bendita ultraderecha conservadora que se opone al narco gobierno; de recibir fuertes cantidades de dinero; de no ser auténticos; de criminalizarlos por ser disidentes; y por responsabilizarlos de una violencia que la 4t organizó.
En lugar de escucharlos, atender y hacer suyas las demandas, quitándoles beligerancia, no se dio cuenta que ha sembrado la semilla de la destrucción de su gobierno y de su movimiento al romper violentamente con el futuro del país: sin los jóvenes la 4t no tiene futuro, por más que compre voluntades con dádivas.
Al asumir una narrativa deslegitimizadora: acusarlos de traidores a la patria por supuestamente hacer suyos intereses de otros países; blindar el Zócalo y establecer un mecanismo de represión con granaderos —que ya no se llaman así, pero que hacen lo mismo que los granaderos de siempre— y haber involucrado a su grupo de choque “Bloque negro” para evitar que la Plancha del Zócalo se pintara de blanco y de sombreros, Sheimbaum optó por mantener sus vínculos con los corruptos narcopolíticos de Morena.
Con una campaña de agresiones orquestadas días antes; con violencia organizada el día de la marcha y con la descalificación de los asistentes en más de 43 ciudades del país (en la Ciudad de México, a pesar de que el morenista diga que apenas fueron 10 mil), ha sido la manifestación de jóvenes más numerosa de la historia (más de 150 mil).
A diferencia de la marea rosa, en la que no hubo jóvenes, esta marcha estuvo mayoritariamente integrada por jóvenes —mayoritariamente de la Generación Z, aunque no exclusivamente de ella—. Esto hace vislumbrar el impacto que tendrán en la elección de 2027 y, especialmente, en la de 2030 cuando la totalidad de esta generación vote por primera vez.
En su ceguera, Sheinbaum no vió que este movimiento juvenil no requiere ser legitimado por el gobierno; que al cerrarse al diálogo y al rechazar sus demandas está garantizando su permanencia y la aparición de nuevas formas de lucha y de oposición que no pueden ser descarriladas como lo hizo en el Zócalo, con sus porros del Bloque negro (que tienen años haciendo destrozos, violentando, robando, saqueando y hasta ahora ninguno ha sido detenido) que serán premiados con un bono extra por su magnífico performance de provocadores que justifican la narrativa oficialista y su prensa chaira.
En su doble moral, Sheinbaum ofreció libertad de manifestación, pero la marcha pacífica fue violentada por sus grupos de choque —parte de la narrativa deslegitimadora— lo cual dará paso a nuevas y diferentes expresiones de lucha pacífica a lo largo del país.
Este 15 de noviembre se ha escrito una nueva página en la historia de México; nuevos símbolos políticos aparecieron para alimentar la esperanza de los mexicanos en que sí es posible acabar con el autoritarismo, como lo fue en Argentina, Bolivia (y Chile): jóvenes con playeras blancas, y sombreros.
Sin importarles que sean denominados ultraderecha, conservadores o fifís, jóvenes de todas las clases sociales e ideologías están dando muestras de politización y de hastío con un narcogobierno corrupto que les miente cínicamente y que, lejos de resolver los problemas del país, los empeora al permitir que Andrés Manuel y secuaces sigan ordeñando la hacienda nacional.
El riesgo para Sheinbaum, sería que, como en 1968, políticos de Morena utilicen a jóvenes, aprovechando que no son un bloque homogéneo, para sacrificar a la presidente y mantener poder y negocios.
La primera batalla intergeneracional la perdió Sheinbaum. La pugna es por el futuro del país: entre la regresión morenista y el progresismo juvenil. El futuro sin jóvenes, no existe y la descomposición gubernamental es evidente.
Periodista y maestro
en seguridad nacional