La posible nominación de Clara Brugada como candidata al Gobierno de la Ciudad de México constituiría una clara derrota de Claudia Sheinbaum y de su candidato, Omar García Harfuch, a manos del bando de los ultra radicales de Morena; y definiría el tipo de gobierno (Maximato) con el que el dueño del bastón de mando quiere trascender a través de quien lo tiene en custodia.

Tras el asesinato de Álvaro Obregón, cuyo autor intelectual fue Plutarco Elías Calles a través de un sicario (el Mario Aburto del momento: José de León Toral) con el propósito de quitarse a un adversario del camino y ocultar su fechoría inculpando de ello al movimiento cristero, Calles funda el Partido Nacional Revolucionario (el Morena de entonces) y se consolida como el Jefe Máximo de la Revolución.

El Maximato se explica a partir del poder indiscutible que ejerció Calles eliminando a sus adversarios políticos e imponiendo presidentes a modo. El caso más evidente fue el de Pascual Ortiz Rubio apodado “el nopalito” —por baboso, decía el pueblo—, quien a pesar de haber ganado la elección con la bandera del PNR, no tuvo oportunidad de gobernar ya que Calles gustaba de manipularlo y cancelarle toda posibilidad de decisión, llegando a imponerle miembros en su gabinete. Fue célebre en su gobierno la pinta que decía “aquí vive el presidente, y el que gobierna allí enfrente”, en alusión al domicilio de Calles. Cansado de esta manipulación y tras un intento de magnicidio, renunció al cargo un día después de su segundo informe de gobierno.

También Calles impuso al sucesor de Ortiz Rubio, Abelardo L. Rodríguez (presidente sustituto), y al sucesor de este, el lobo con piel de cordero, Lázaro Cárdenas del Río, quien una vez llegado al poder, y para sacudirse el control y la manipulación de Calles, lo exilió del país, acabando con el Maximato; transformó el PNR en el Partido de la Revolución Mexicana y le agregó un cuarto sector, el militar.

Para todos es obvio de que el PNR, en su cuarta transformación pasó a ser Morena y que su dueño y fundador López Obrador pretende perpetuarse en el poder a través de su incondicional Claudia Sheimbaun, a quien le ha dejado claro quién gobierna el país y cuál es la línea que debe seguir para mantenerse en el mando.

Andrés Manuel, acostumbrado a someter a sus colaboradores a la condición de súbditos, a decidir las prioridades y cómo ejercer el poder, es previsible que tras hacer que Claudia gané la elección, la siga sometiendo a cumplir sus caprichos.

El problema no es Andrés Manuel, sino Claudia y el papel histórico con el cual desea ser reconocida, de ganar la presidencia, especialmente si emula a Ortiz Rubio. Xóchitl. Gálvez, no hay duda, seguiría el ejemplo de Lázaro Cárdenas.

La intolerancia de López Obrador ha golpeado las propias filas de Morena donde cuatro legisladoras, dos senadoras y dos diputadas -por dignidad- han renunciado a la farsa representada por ese partido. La pregunta sería qué tanta dignidad tendría Claudia.

Es verdad que López Obrador entregó a su preferida el bastón —para mover el atole—, pero no el mando, lo cual era previsible por parte del caudillo narcisista calificado de mesías tropical.

Lo cierto es que Claudia, que aún no llega a la presidencia, ya recibió el primer revire de su mentor, por lo que bien haría en revisar el triste capítulo de la historia escenificado por Ortiz Rubio; y del decálogo del Maximato, del que ella sería protagonista.

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