El balance político internacional de 2025 es claro: fracasó rotundamente la antipolítica neoliberal y marxista en el continente americano. Sus ofertas ideológicas fueron incapaces de resolver los problemas políticos, económicos y sociales existentes. Por una parte generan el rechazo social a estos gobiernos y, por otra parte, estos gobiernos excluyen y ahuyentan a los ciudadanos de la política.

La emergente tripolaridad fracciona aún más a la humanidad, que no ve en ninguna de estas opciones una vía de progreso compartido y sí una vía de sometimiento de los países satélite a los dominantes de cada polo.

Estados Unidos con su Destino Manifiesto, Doctrina Monroe y neo Macartismo pretende —como si pudiera— erradicar el pensamiento de izquierda de su patio trasero, no para impulsar el crecimiento de la región, garantizar valores humanos, civiles y políticos como libertad, democracia, libre mercado, desarrollo, sino para convertirlos en proveedores de materias primas, mano de obra barata, mercado de sus productos y exportadores de capitales.

La reciente declaración de Trump de que Venezuela le debe devolver “SUS recursos energéticos…; nos quitaron NUESTRO petróleo” habla de la pobre visión de imperio que son, al dejar de lado los valores humanos y democráticos frente a los venezolanos para dar rienda suelta a sus intereses energéticos. El lenguaje de su poderío militar nulifica principios o valores democráticos.

Otro fracaso de la antipolítica es la de los gobiernos del Socialismo del Siglo XXI. A pesar de los años que tuvieron para prepararse y gobernar bien (1990-2025), paradójicamente, sus resultados políticos, económicos y sociales están muy por debajo de los de sus adversarios. La misma decepción y frustración por la que llegaron al poder, es la misma por la que se van de él: no aprendieron, no se diferenciaron. Superaron -y con mucho-, los vicios que iban a combatir. A su paso dejan una huella de: militarización, prepotencia, corrupción, privatización del poder, ineficacia en el gobierno, institucionalización de la inseguridad y violencia, persecución a opositores, uso cínico de la mentira como forma de gobierno, estatización de sectores productivos, concentración del poder en una persona y la creación de un bloque antiliberal.

Algunos países del continente destacaron en la destrucción o colonización de instituciones públicas, erradicación de la democracia; ideologización y pauperización del sistema educativo; sobreendeudamiento del país; inflación descontrolada, inmigración forzada; creación de nuevas élites empresariales leales al régimen: opacidad, nula rendición de cuentas; desaparición de división de poderes y de equilibrios entre ellos; reformas electorales para eternizarse en el poder; colonización de órganos electorales; alianzas con la delincuencia organizada transnacional; y la aparición de narco fracciones políticas en congresos, entre otras.

En ambos modelos la participación social, los liderazgos cívicos y políticos, han sido perseguidos y erradicados como factores enriquecedores de la democracia. Con la aparición de expresiones como el culto al líder, partido de Estado, clientelismo electoral, nulificación de la oposición, hiper presidencialismo, propaganda política en redes sociales, atomización de la desigualdad social mediante la exaltación de derechos de minorías (wokismo e ideología de género), control de medios y redes sociales, se destruye la democracia y el estado de Derecho.

La antipolítica ha dañado a la ciudadanía y a las relaciones sociales. Hoy los latinoamericanos son más conscientes de que sus gobernantes y líderes políticos requieren rendir cuentas y hablar con la verdad; ser supervisados por la ciudadanía; buscar el bien común nacional y continental; garantizar derechos y libertades fundamentales; perfeccionar la democracia; procurar el bienestar de quienes menos tienen, saben y pueden; y ser considerados socios, no súbditos del imperio.

Periodista y maestro en seguridad nacional

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