Guillermo Tamborrel

¿Optimismo o locura?

Creo que los mexicanos, sino todos una contundente mayoría, nos daremos cuenta de cómo somos gobernados

“El optimismo es la fe que conduce al logro. Nada puede hacerse sin esperanza y confianza”

-Helen Keller.

En el México de hoy, y a los ojos de una enorme cantidad de ciudadanos, ser optimista pudiera rayar en la locura. Es cierto que la situación económica y política por la que atravesamos es muy difícil, por decir lo menos.

La economía está prácticamente estancada, el país no crece aunque la informalidad sí, no contamos con las inversiones necesarias ni con la generación de los empleos que requieren los jóvenes que año con año pretenden incorporarse al mercado laboral formal, y la lista pudiese hacerse mucho más larga.

En el aspecto político la situación no es mejor: La división de poderes —indispensable para toda democracia— está prácticamente desaparecida, la transparencia y la rendición de cuentas veraz también es prácticamente inexistente, la libertad de expresión y de prensa es sistemáticamente atacada por el gobierno, la impunidad con la que se conducen políticos corruptos —y peor aún ligados al narco— es innegable.

Sin embargo y no obstante todas las calamidades antes señaladas —y las que me faltaron mencionar y que son muchas— soy un optimista, o quizá un loco, que cree que los mexicanos, sino todos sí una contundente mayoría, un día no muy lejano despertaremos y nos daremos cuenta de cómo somos gobernados y hacia dónde nos lleva el actual régimen de la autodenominada “Cuarta transformación”.

Ese día, que insisto, percibo cada vez más cerca, ya que puedo observar que cada día son más los que ya despertaron, los que ya vivieron las consecuencias de un gobierno que los traiciono, que no les cumplió sus promesas. Un gobierno plagado de corruptos cómplices del crimen organizado y para colmo mediocres que comete una pifia tras otra. Un gobierno que les miente todos los días.

Y lo que más me hace ser optimista es que observo cómo todos los días crece el número de habitantes que se transforman en ciudadanos que deciden hacer “algo” para construir un mejor país (recordemos que un habitante solo “habita”, es decir solo nace, crece, se reproduce y muere, en tanto un ciudadano además exige el respeto a sus derechos humanos y libertades, cumpliendo con sus obligaciones ciudadanas, y por tanto enriqueciendo su propia vida).

Tengamos presente que el optimismo no es simplemente una forma de ver el mundo; es una actitud vital que puede transformar nuestro camino hacia el éxito, el bienestar integral y por ende la felicidad. No perdamos la esperanza de alcanzar un México mejor en el que todos podamos alcanzar un sano y pleno desarrollo al limite de nuestras capacidades, un México en el que, insisto, todos podamos ser felices. Confiemos en nosotros mismos, confiemos en que tenemos la fuerza y la capacidad para lograrlo.

No olvidemos que después de la tormenta más severa y la noche más oscura, siempre viene la calma, siempre sale el sol.

Feliz Navidad y que el 2026 sea un año en el que millones de mexicanos despierten.

Exsenador. @gtamborrelmxCargo

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