Es innegable que el triunfo de Morena en las pasadas elecciones se debió en buena medida al uso clientelar de los programas sociales y de una manera muy especial a la popularidad del presidente López Obrador y a su participación ilegal en la campaña electoral.
Otro hecho también innegable es que el Presidente deja a la Dra. Sheinbaum una buena cantidad de bombas de tiempo, que de no ser atendidas con prontitud e inteligencia e inclusive algunas en contra de lo expresado por el mismo Presidente, le explotarán causando un severo daño a su gestión inclusive antes de iniciar el primero de octubre.
Entre las muchas “bombas” que hereda la Dra. Sheinbaum están: una difícil situación financiera —se acabaron “los ahorros y guardaditos”— que conlleva un déficit fiscal considerable, la imperiosa necesidad de dar mantenimiento a equipos e infraestructura en prácticamente todo el país, la necesidad de inversiones multimillonarias en energías limpias así como en el rubro del agua en todos sus aspectos, etc., etc.
Como si la situación que hereda la Dra. Sheinbaum no fuese lo suficientemente complicada pareciera que el Presidente López Obrador no entiende que su tiempo acabo y por lo tanto no le da su lugar como presidenta electa y hasta pareciera que con tal de continuar bajo los reflectores es capaz de seguir ordenándole que hacer, y como y cuando hacerlo, sin importar si ello le ocasiona, a la nueva administración, nuevos problemas o “bombas” convirtiéndose así el mismo Presidente López Obrador en una “nueva bomba”.
Un ejemplo de lo anterior es la llamada “reforma al Poder Judicial” en la que el Presidente, contaminado de resentimientos y prejuicios, pretende entre otras cosas que los jueces, magistrados y ministros de la Suprema Corte de la Nación sean electos mediante voto popular olvidándose que no solo politizará más al Poder Judicial sino que también lo llenara de personas que no sean ni con mucho las idóneas y que por lo tanto la impartición de justicia se verá mermada.
Recordemos que los mexicanos requerimos de certeza jurídica y para ello es imprescindible que los impartidores de justicia —jueces, magistrados y ministros— sean desde luego honestos, pero también y de manera muy importante que sean capaces, que conozcan a la perfección la Constitución y las leyes, y que para ser magistrados y ministros deben haber acreditado fehacientemente dichas capacidades.
No olvidemos que impartir justicia es una labor compleja que no cualquier persona por carismática que sea o por bien relacionada que este con el partido en el gobierno, se podrá desempeñar exitosamente. Insisto, impartir justicia no es, ni con mucho, tan sencillo como hacer enchiladas.
Fuente de los Deseos: Ojalá el Presidente se dé cuenta que su tiempo ya acabó y que las decisiones las debe tomar su heredera, ya que de lo contrario solo se convertirá en una “bomba” que en cualquier momento puede sabotear a la nueva presidenta.