La gran mayoría de las personas, anhelamos vivir libres y en paz, entendiendo la definición de paz como el encontrar el equilibrio y la estabilidad, tanto personal como en comunidad. En otro sentido más práctico,  vivir sin violencia, inquietudes o guerra. La libertad por su parte, tiene una definición que me agrada mucho y es la facultad y derecho de las personas de elegir, de manera responsable su propia forma de actuar dentro de una sociedad. Ambas se definen con facilidad, pero implica un enorme cúmulo de esfuerzos y voluntades, lograrlas y mantenerlas. 

Hace años, estaba en una reunión familiar en casa de una de mis hermanas aprovechando la visita de familiares que viven fuera. Era un jueves de semana santa, charlábamos sobre los muchos y variados temas, resaltando lo importante que era la paz y la armonía desde las propias familias hasta los países. Llevaba ya entonces puesta la cachucha de fotógrafo y hacía un rato que observaba un colibrí volando inquieto en el jardín. Coloqué en mi cámara otro lente que traía a mano con un poco de mayor alcance y hubo un momento en que el ave se posó en la barda de la casa, sobre la protección de alambre de púas y me dio la oportunidad de tomar una de mis fotografías favoritas, que titulé en ese mismo momento como “la fragilidad de la libertad”. 

El enterarnos un poco sobre acontecimientos históricos en el mundo, nos lleva a reconocer la importancia y trascendencia de la paz y la libertad, ambos valores y derechos fundamentales de los seres humanos. Pero también nos permite reconocer su fragilidad y todo lo que implica en tiempo para una sociedad, recuperarlos cuando se pierden. No necesitamos vivir una guerra para dimensionar y comprender el daño que ocasiona a personas, familias y pueblos enteros. La violencia, en cualquiera de sus expresiones, es una forma de alterar esa paz y libertad que tenemos. Me queda claro que muchas personas y familias, quienes han vivido circunstancias adversas, consideran muy difícil recuperar esos valores y para ellos el entorno no ofrece ni una ni otra. Reconstruirlas lleva mucho tiempo. Por eso, resulta fundamental crear y fortalecer  cada día, nuestra conciencia social y darle mayor relevancia a  todas las acciones encaminadas a sostenerlas. 

Las definiciones, líneas arriba,  no hablan de religiones ni ideologías, pero enfatizan mucho la responsabilidad de actuar. Se puede pensar y creer distinto, pero los límites se encuentran en el respeto y la tolerancia. Ante la violencia y la injusticia, está también el reto de acabar con la impunidad. Las sociedades que crecen y se desarrollan, junto con los beneficios que ello implica,  traen consigo en paquete, los problemas y retos que pueden dañar su equilibrio y armonía. La vida es por naturaleza injusta, corresponde a las personas decidir y actuar en consecuencia. Sobre todo, asumir una tarea corresponsable en favor de quienes carecen de todo, o casi todo. 

La paz y la libertad no son jamás un destino. Son un camino largo y sinuoso a  través del tiempo para una sociedad que evoluciona y cambia. Sin duda alguna son más frágiles de lo que imaginamos y, sin pretender ser idealista, considero que estando conscientes de su importancia, propiciamos condiciones más favorables para encauzar el fuerte impacto de una realidad que arrastra a las sociedades de nuestro tiempo, el que nos corresponde y tenemos la oportunidad de vivir en las azarosas circunstancias de cada quien. 

Habitar una entidad como la nuestra, implica reconocer que cada día es más importante el actuar responsablemente para con los demás. Hoy día tenemos aún la oportunidad de fortalecer la paz y la libertad, tarea que le corresponde en gran parte a la autoridad, pero que de ninguna manera debemos delegar en su totalidad. Ser una sociedad corresponsable, permite fortalecer los valores cualitativos que enriquecen la convivencia en armonía. La tolerancia, el respeto, la cortesía y la amabilidad ayudan. La prevención y el cuidado sirven más que el temor y el miedo. Querétaro seguirá creciendo a un ritmo insospechado, serán la entidad y su ciudad capital totalmente distintas a las que hemos conocido décadas atrás, parece inevitable. Debemos cuidar ese equilibrio y armonía que le han caracterizado. Solo así, nos podrá seguir sonriendo este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

Google News