Se dice que la vida es, de manera general, un recorrido medido en años y que cuando tenemos uso de razón, sabemos dónde comienza pero nunca dónde termina. Lo importante es andar el camino de acuerdo a las circunstancias y a las decisiones que tomamos en el transcurso de las tantas jornadas que incluye. Somos la suma de muchos factores, desde nuestra concepción, fruto de una ardua competencia de portadores de información genética que se combinan con otro para formar un ser humano único. Iniciamos la vida con la certeza del cobijo en el vientre de nuestra madre, quien comienza a desarrollar un vínculo a ciegas, con la maravilla de la biología y a lo largo de su embarazo establecer un vínculo indisoluble. Nacemos y curiosamente el llanto se convierte en la primera señal que compartimos con un entorno que iremos descubriendo día a día.
En el albor de nuestra vida, prácticamente carecemos de la oportunidad de elegir. Sin embargo, poco a poco, con mensajes que inicialmente son sutiles y más tarde van teniendo su propia fuerza, comenzamos a manifestar nuestros gustos y aquello que nos atrae y lo que no, al tiempo de dar nuestros primeros pasos. Como seres sociales por naturaleza, vamos haciendo nuestras las empatías que tenemos con miembros de nuestra familia y con quienes, a la par de nuestra edad, coincidimos tanto en la escuela como en otros espacios. Tal vez por influencia de algunos de ellos o porque llevamos dentro un acervo individual de habilidades aunadas a los gustos, van definiendo pequeñas veredas de actividad que al paso de años pueden llegar a convertirse engrandes avenidas por las que disfrutamos y procuramos transitar en lo que hacemos.
Así, junto con el aprendizaje cotidiano y la formación académica en su caso, iremos definiendo con mayor precisión de qué, por qué y para qué estamos hechos.
Hay un momento, más tarde o más temprano, en el que comenzamos a enfrentarnos a diversas decisiones importantes y trascendentales, algunas de ellas marcarán un rumbo largo y otras lo harán en etapas en las que aprenderemos, como todos, con base en los éxitos y fracasos, de experiencias también difíciles, cuando el azar nos coloque ante diversos obstáculos, los que debemos vencer si queremos seguir andando. Habrán caídas y heridas, mientras el tiempo no se detiene y el camino nos obliga a continuar adelante. Hay un espacio en el que nos damos o nos daremos cuenta que los años han pasado y el recorrido ha sido largo.
Se dice también que la felicidad no es un destino y es tan cierto como que nada es para siempre y al final todo pasa. Es entonces que en ocasiones se antoja detenerse un poco en el parador del olvido y sentarse en un pequeño banco de madera, solamente para apreciar el paisaje y mirar hacia dónde debemos seguir con las ilusiones que aún tenemos sin importar la incertidumbre, no para descansar, sino para dibujar nuevas veredas por las que deseamos transitar, sabedores de que lo aprendido nos permitirá enriquecer el balance de lo que hemos realizado hasta el día de hoy, tanto en lo individual como en lo comunitario. Nos ponemos de pie y retomamos el andar buscando el momento en el que habrá un nuevo trazo y un nuevo trecho esperando nuestros pasos, sin dejar de observar cómo hace lo propio este Querétaro nuevo que dejamos conservar.
@GerardoProal