La vida salvaje es real e implacable en todo lo que implica la lucha cotidiana por la supervivencia, el alimento y la reproducción dentro de sus respectivos ecosistemas, entendiendo estos como el conjunto de especies que habitan en un espacio determinado y que interactúan mediante diferentes procesos: depredación, competencia, parasitismo y simbiosis. La interacción se da entre las especies y a la vez entre ellas y el ambiente. Sin duda ha sido un proceso complejo, fruto de la evolución de cada una de ellas al paso de largos periodos hasta llegar al punto de condicionar una interdependencia que garantiza el equilibrio entre las mismas.

Cuando se toma fotografía en un entorno salvaje, no es común observar ese juego de interdependencia, que para efectos visuales se antoja más como una simpática y creativa complicidad que busca generar un beneficio mutuo, como se muestra en esta imagen lograda en una zona de pantano en Brasil, con la participación de un par de capibaras, otro de garzas y un zorzal que comparten la movilidad entre la vegetación. Supongo que el capibara recibe avisos de la presencia de posibles depredadores, mientras el zorzal ayuda teniendo acceso a algunos parásitos y las garzas logran detectar con mayor facilidad a las presas que huyen de los pasos del primero, mientras una de ellas ya ha logrado capturar una presa.

Fue una foto casual capturada a la distancia, pero de suyo tiene una narrativa interesante que invita a pensar en la importancia de romper paradigmas y, en un marco de tolerancia y cooperación, mejorar las tareas que de una u otra manera, se realizan para sobrevivir. Buena metáfora para los humanos, que a diario correteamos la chuleta, también en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

Google News