Una de estas noches, cuando la melatonina no causó el efecto deseado, vino un rato de insomnio atípico. Lo digo así, por que uno se despierta por fortuna sin aquella ansiedad que le suele acompañar al mismo y que regularmente viene también con un cúmulo de pensamientos alrededor de las angustias que generosamente nos obsequia la actualidad en general. No, al contrario, me desperté y salí de la habitación para acercarme a una ventana y mirar una noche por fortuna clara, en la que se lograba observar más estrellas de las que vemos a simple vista y la curiosidad heredada de nuestro ancestros se despierta junto con nosotros para plantearnos de nuevo las múltiples preguntas sobre nuestro origen y el papel que jugamos los seres humanos.
Uno de los mis recuerdos favoritos es cuando de niño mi padre me llevó, previo al amanecer, a la azotea del edificio del negocio de La Ciudad de México, ubicado en el centro de la ciudad de Querétaro seguramente en la segunda mitad del año de 1965, a observar por primera vez un cometa. Tengo dos cosas muy presentes, primero la imponente belleza de aquel meteoro con un brillo que permitía observarlo a simple vista y más aún con los catalejos que mi padre conservaba como un tesoro personal y, segundo, la maravillosa oscuridad hacia el sur y el poniente de nuestra ciudad en aquel entonces, lo que me sirve aún hoy como una referencia cuando solemos platicar del crecimiento urbano. Fue una enorme experiencia que me dejó una gran huella y seguramente detonó el comenzar a realizar preguntas sobre lo que sucedía en aquel enorme techo de estrellas.
De nuevo en ese espacio de soledad previa al amanecer y recargado sobre el frío cristal de mi ventana, no pude evitar pensar en las preguntas que desde niño me hacía sobre nuestro origen y las razones de estar aquí.
Me queda claro que la capacidad de observar, aprender, registrar y compartir información, ha permitido que los seres humanos nos consideremos situados en lo más alto de la cadena alimentaria y en ocasiones como si nuestro planeta fuera el ombligo del Universo conocido. No creo que sea cierto, por que implica jugar el papel de depredador mayor cuando hemos vivido experiencias que nos demuestran la fragilidad de nuestra especie y la capacidad de autodestrucción hacia nuestro entorno. Los avances en astronomía, nos han enseñado a entender que en realidad somos un cúmulo de especies con vida en la brizna de polvo estelar que representa nuestro planeta en la inmensidad estelar.
Me maravilla el orden superior que rige la convivencia e interdependencia entre las especies en el planeta y fuera de él.
Pero también hay algo similar en el milagro de la vida y su formación en cada ser vivo, en cada semilla que se siembra o reproduce en todos lados de nuestro planeta. Ese orden en temas como la biología, la química y la física entre otros, en cada segundo del tiempo, es motivo para preguntar sobre el origen del mismo. Cada quien tiene su repuesta y su creencia sobre el origen desde la ciencia o la religión. Yo concluyo, ya bebiendo la primera taza de café luego de ese desvelo, que la humanidad somos absolutamente privilegiados de poder estar aquí, respirando, preguntando y sorprendiéndonos con la vida, lo que cada día debemos agradecer en todo lo que vale, en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.
@GerardoProal