Algunos de los árboles que aún se ven en las plazas y jardines del primer cuadro de nuestra ciudad, seguramente están ahí desde los tiempos en que se escribieron capítulos importantes en su historia. Son mudos testigos de la realidad de los eventos que ocurrieron entonces y también registraron el eco de la voz de personajes que han sido inmortalizados en monumentos y que irónicamente son, a su vez, mudos testigos de la historia reciente. Sin embargo, los árboles aún se mantienen con vida y cobijan con su sombra a quienes habitamos hoy día esta urbe y muy probablemente unos cuantos estarán ahí acompañando a nuevas generaciones en un futuro cercano.
Uno de ellos, vistió muchos años su traje de luces para torear la temporada navideña y el frío que caracteriza el invierno, en lo que hoy es el Centro Histórico, precisamente en el jardín de La Corregidora, hasta que se decidió darle reposo a su tan eléctrica y colorida tarea. Otros dejaron de estar por capricho de quienes los consideraron pocos útiles y cortaron de tajo su belleza y su memoria para ser irremediablemente olvidados.
Siempre será un misterio el conocer y saber lo que han escuchado durante tanto tiempo los que están presentes. Hoy pienso que su paciencia y templanza se agota ante el ajetreo y esa mala costumbre actual que tienen de ser fumadores pasivos de los contaminantes que los vehículos automotores emanan todos los días. Tal vez la música los reconforta un poco y les alegra el andar de los visitantes y los imperceptibles suspiros de los enamorados que se sientan en alguna banca cercana para verse a los ojos o aquellos que, mirando el monumento, comparten su propia versión de los momentos que han forjado la historia de México y de este Querétaro nuevo que deseamos conservar.