La humanidad, desde sus primeros momentos, cuando el hombre tuvo la oportunidad de crear consciencia de conocerse y reconocerse como tal, además del maravilloso instinto de supervivencia que caracteriza a la mayoría de los seres vivos y sus propósitos básicos de sustento y reproducción, ha desarrollado también dos características fundamentales,  al paso de las tantas generaciones que le han permitido aprender a dejar huella  a lo largo de la vida de las personas, son la escritura y las diversas expresiones artísticas.


Cada uno de los pequeños pueblos y ciudades del mundo, guardan un sinnúmero de testimonios y expresiones de tantas y tantos, mujeres y hombres que han vivido en ellos a lo largo de los siglos. Uno se queda maravillado ante lo que hay, permitiéndome la expresión, en el abuso de la estética y la belleza expresadas en sus calles, plazas, jardines, monumentos, construcciones, templos, museos, etcétera, así como en las ruinas de civilizaciones que dejaron en la antigüedad y que, parafraseando la saga de la Guerra de las Galaxias: estuvieron en el “lado oscuro de la fuerza” y se destruyeron por el alcance de las diversas guerras y conquistas, las cuales fueron también otorgando características particulares a los lugares y a las comunidades, que intercambiaron y mezclaron los usos y costumbres en cada una de sus actividades cotidianas como la religión, la gastronomía y otras más.


Nuestro país es pletórico en este múltiple y diverso conjunto de todo aquello que va definiendo, y dando forma a lo que en el mayor sentido de la expresión llamamos Cultura, y que describe la manera en que fueron nuestros ancestros y lo que somos las generaciones actuales de las diversas regiones de su geografía. Somos consecuencia de una mezcla de distintas culturas que nos marcaron de forma especial a partir de la llegada de los españoles en el siglo XVI, pero guardamos con especial orgullo aquello que nos dejaron las prehispánicas a lo largo del país en el norte, centro y sureste, en especial civilizaciones como los aztecas, mayas, olmecas, zapotecas y toltecas, entre otras. Es admirable ver lo que lograron con los recursos de aquel entonces y más aún su dominio y conocimiento sobre diversos temas como por ejemplo las matemáticas y la astronomía.


De manera particular, destaco que desde la época prehispánica han quedado testimonios  en construcciones, esculturas y monumentos que buscan dejar un recuerdo para las nuevas generaciones, de aquellos eventos que hicieron historia en la vida de los pueblos. Acontecimientos que han marcado en el calendario días para recordar, pero también para honrar la memoria de personajes ilustres que aportaron a sus comunidades. Algunos de estos han dejado huella en nuestro México. Las pirámides de Teotihuacán; las ruinas de muchas ciudades mayas como Palenque, Uxmal, Chichén Itzá; los gigantes de Tula; las catedrales y templos barrocos; los monumentos como el de la Revolución, el Angel de la Independencia que celebró el primer centenario de la Independencia nacional y que es un referente e ícono de la Ciudad de México.


El arte de la escultura y la pintura también son algunas de las mejores maneras de conocer y reconocer a la gente en su tiempo y momento. Vaya si habrá ciudades, en especial en la Europa milenaria que son un verdadero tesoro que ojalá jamás deje de sorprender a quienes las visitan o viven en ellas, y tienen la maravillosa oportunidad de admirar las obras de quienes las habitaron siglos atrás. Todo lo anterior reviste una importancia y valor singulares para quienes habitamos las ciudades y tenemos a la mano la oportunidad de mirar hacia atrás para saber de dónde venimos y para evitar que nuestros muertos sufran después la muerte del olvido. Los libros han jugado un extraordinario papel en la conservación,  transmisión de información, y conocimiento del tiempo.


Muy a pesar de lo maravilloso que resulta encontrarse con esas múltiples expresiones, pareciera que en la actualidad, en México, hemos restado importancia a dejar testimonio de nuestro tiempo. Por ejemplo, el arribo del siglo XXI, el bicentenario de la lucha de Independencia y el centenario de la Revolución, pasaron prácticamente de noche. Aún peor, los sismos que sufrieron muchos, dañaron también gran parte de esta riqueza cultural. En nuestra ciudad, de los monumentos que fueron, ya no son y algunos de ellos pasaron al olvido mientras otros se encuentran en el abandono. No obstante, a pesar de que existen muchas otras prioridades, siempre hay que rescatar  y mantener la memoria de nuestro tiempo. Tal vez no sea hoy tan importante como seguramente lo será en el futuro, para quienes habiten este planeta y este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

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