Como suele suceder, leyendo una buena novela me llevó a conocer accidentalmente a un personaje interesante y real, del que hablaba el protagonista de la misma, quien ha dedicado su trabajo a lo largo de sus 80 años de vida, como ingeniero hortícola, a la jardinería y al paisajismo. Me refiero a Gilles Clément, quien también es botánico, entomólogo y ensayista. Seguramente inició con el concepto generalizado en el sentido de crear un jardín urbano, donde el paisaje es ordenado y bello, digamos clásico al formarlo con especies de flora donde la estética y el color prevalecen demandando un cuidado permanente. Clément, quien se rebela en un momento dado en la década de los ochenta del siglo pasado, cuando apenas se vislumbraba la crisis climática que hoy se vive, decide desarrollar e impulsar un concepto denominado “jardín en movimiento” y que es el que se produce con la dinámica de las plantas vagabundas, capaces de colonizar terrenos baldíos, orillas de caminos y sitios abandonados al estricto impacto de lo natural en el transcurso del tiempo. En su tarea de investigación, él considera que en esos espacios se encuentran importantes reservas genéticas de la flora para el futuro de nuestro planeta.

Ha tenido varias realizaciones en espacios de su natal Francia, y son importantes sus publicaciones sobre este tema que ha marcado importantes diferencias con lo tradicional. Él rechaza utilizar el concepto de “mala hierba” y sus intervenciones son mínimas para buscar evitar que los jardines en movimiento se lleguen a convertir en espacios salvajes. Ocurre que cada repetición de estación al paso de un año, será un jardín diferente al del año anterior, pues incorpora en los mismos el no uso de insecticidas y reconoce el papel que juegan aves, insectos y pequeños mamíferos que buscan sobrevivir en el entorno, para ser parte activa de la dinámica del lugar aceptando el estricto impacto de la naturaleza en los mismos.

Resulta muy interesante su visión, que nos invita a valorar todas las especies vivas que intervienen en el crecimiento y desarrollo de dichos espacios en las ciudades y donde vemos múltiples tipos de aves, libélulas, avispas, escarabajos, arácnidos, abejas y muchos más dando su aportación en el balance de un pequeño rincón que reconoce y acepta la participación de todos ellos, lo que nos permite comprender esa necesidad de balance para realizar jardines en los que la principal jardinera es la propia naturaleza. Modifica la tarea del jardinero, quien debe matar para que el jardín esté bonito y lo cambia por impulsar una mayor diversidad de especies, lo que los hace lugares muy distintos a los que por tradición y costumbres realizamos la mayoría de los seres humanos. Los paisajes tradicionales están planeados en el orden visual y en un mayor control sobre las especies vegetales que los conforman, mientras por otro lado, este tipo de paisaje tiene su vida y dinamismo propios, desarrollados éstos en un contexto de mayor libertad.

Es interesante conocer una manera diferente de hacer algo tradicional, como un ejemplo de creatividad ante la imperiosa necesidad de cuidar este enorme y redondo jardín que habitamos, nuestro planeta, donde también está este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

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