Corrían los años finales del siglo XIX y los primeros del siglo XX en Yellowstone, el decano de los parques nacionales en los Estados Unidos, cuando se realizaba la cacería desmedida de grandes predadores, como los lobos, cuya última manada fue liquidada en el año de 1926, quedando registros posteriores de algunos lobos solitarios y fue hasta el año de 1974 que el lobo gris fue una especie declarada en riesgo de extinción, encendiendo una alarma roja para su recuperación, la cual es obligatoria según la ley de especies en peligro de extinción. Yellowstone está ubicado en los estados de Wyoming, Montana e Idaho, con una extensión de 8 mil 983.2 kilómetros cuadrados con una enorme riqueza de lugares como ríos, cañones, cordilleras, lagos y múltiples espacios que albergan géiseres, haciendo del conjunto, uno de los parques naturales más interesantes en el mundo.

En 1995, después de un largo periodo y lucha de gestiones, se logró reintroducir lobos en el parque para buscar llegar de nuevo a un balance en el ecosistema y mostrar con ello la importancia que tiene el cuidado del mismo para mantener un entorno en las mejores condiciones para todas las especies. Las razones y motivos para intentar eliminar los predadores eran explicables en el sentido de que la gente que se dedicaba a las actividades agrícolas y ganaderas buscaba proteger su entorno y sus animales. Sin embargo, sucedió que comenzó a alterarse ese entorno, pues al no haber lobos, los ciervos y otras especies fueron dando cuenta de matorrales y brotes de los árboles jóvenes.

A su regreso, los lobos no consumían todos los ciervos, sino que los obligaban a moverse y con ello, en un plazo de menos de una década, comenzó de nuevo la presencia de flora que permitía, por su sombra, mayor reproducción de peces en el margen de los ríos, en otros espacios el crecimiento de aves al igual que bisontes. Los coyotes disminuyeron y con ello se incrementaron los roedores, de ahí los zorros, comadrejas y halcones. Inclusive los osos se vieron beneficiados al comer presas de lobos y compensar su dieta con frutos. En síntesis, la naturaleza mantiene una intrincada red de relaciones entre toda la biodiversidad.

Hemos visto al lobo como un personaje malo en cuentos e historias por su calidad de exitoso depredador, pero en realidad es un animal muy inteligente que vive entre 6 y 8 años en manada de hasta 20 individuos y con una ejemplar estructura jerárquica, desempeñando un importante papel en las zonas donde habita en este planeta. Por ello, es necesario fortalecer la conciencia de mantener el balance en el mundo salvaje, conociendo y comprendiendo la trascendencia de hacerlo en beneficio de la propia humanidad que es la especie que más ha roto límites es ese equilibrio. No podemos ni debemos darnos el lujo de pensar en ser una especie exclusiva, sería seguramente uno de los errores más graves que cometeríamos. Después de todo, qué sería de nuestros cuentos de infancia sin el lobo y, viéndolo desde otra perspectiva, pudieran escribirse nuevas versiones donde se le reconozca su valiosa contribución en el balance de la biodiversidad y en la lucha por la supervivencia que también tenemos en el planeta y en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

Google News