Hace unos días, mi mujer y yo en una muy agradable charla con una amiga, comentábamos sobre varios temas que iban tomando su lugar en la mesa, uno a uno llegaban conforme disfrutábamos de una copa de vino tinto y una botana, ambas deliciosas. Hablamos de la vida cotidiana, de la manera como transcurre y cambia azarosamente en cada una de las etapas y dábamos nuestro punto de vista mientras la reunión transcurría con amenidad.

Entre múltiples anécdotas que nos hacían reír, se colaban los temas duros de las pérdidas y las ausencias. Entre todo, fuimos acomodando entre lo material y lo emocional. En algún momento, comentando sobre la necesidad de escribir para compartir con los demás las ideas y los pensamientos y con ello plasmar testimonios que perduren, surgió el tema de la importancia del amor y de la forma como este influye en las razones de vida y en la felicidad que nos brinda en el transcurso de nuestro existir. Sin embargo, me solicitó de manera específica que escribiera sobre por qué el amor, que significa tanto en lo positivo del ser humano, en ocasiones duele tanto. Al concluir la hermosa velada, me reiteró la solicitud diciéndome que me dejaba la tarea de dedicarle esta columna al tema y aquí lo intento.

La definición del amor en el diccionario dice “Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser”. Se basa en la atracción y admiración que sentimos hacia otra persona y en la necesidad de encontrar reciprocidad. Según la Asociación Americana de Psicología, el amor está descrito como una emoción compleja que involucra fuertes sentimientos de afecto y ternura, sensaciones placenteras en su presencia, devoción a su bienestar y sensibilidad a sus reacciones hacia uno mismo.

Centrándome en el amor hacia una pareja, resulta que el amor evoluciona y se transforma en el tiempo por múltiples circunstancias. Inicia con el enamoramiento, como consecuencia de la atracción entre ambos y el placer que genera el estar a su lado, compartiendo y creando una intimidad mientras se van conociendo. Al enamorarnos, creamos una expectativa idealizada de la relación de pareja, consideramos que prácticamente todo es motivo de placer y felicidad. El tiempo hace su tarea y poco a poco va bañando de realidad la relación y esta se va transformando. El amor crea una dependencia emocional mutua y duele cuando no se recibe lo esperado o deseado en la ilusión, ya que éstas son expectativas imaginarias proyectadas sobre el ser amado.

Cuando creamos la ilusión de propiedad o pertenencia y esta se lastima por causa de algo o de alguien, es inevitable el dolor por el riesgo de la pérdida o el rompimiento de dicha ilusión. Pensamos que debe ser permanente, pero no es así, la evolución del amor y la realidad del efecto del tiempo en el mismo, origina cambios que si no acomodamos y entendemos, nos harán daño.

No hay una receta para evitar el dolor, solo dosis enormes de respeto, confianza, comprensión y perdón, acompañadas de cariño y tolerancia para mantenerse unidos. Como dijo Mario Benedetti, “la táctica es enamorarse y la estrategia es necesitarse mutuamente”. Así como deseamos que siga enamorándonos este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

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