A la mayoría de los seres humanos y a muchos seres vivos les ha maravillado desde siempre observar la Luna, nuestro satélite natural que está íntimamente relacionado con la mayoría de las civilizaciones y culturas a lo largo del tiempo.

A diferencia del Sol, que por su brillo y naturaleza propia no podemos observar a simple vista, salvo en los amaneceres y atardeceres, la Luna se ha convertido en protagonista y referente de múltiples cosas alrededor de los pensamientos y fantasías de las personas.

Desde niños nos atrapó su resplandor y el lugar que ocupa en una noche estrellada, tal vez por el entorno de relativa oscuridad que le rodea y le otorga un halo de misterio que catapulta nuestra imaginación hasta la lejanía del universo.

Pero ocurre, como lo narra con mayor detalle uno de los científicos y divulgador naturalista más conocido y reconocido en el mundo, David Attenborough en su libro Una vida en nuestro planeta, que un día, en la víspera de Nochebuena de 1968, la tripulación de la misión espacial Apolo 8, la segunda tripulada en ese programa y la primera en salir de la órbita terrestre para realizar un viaje hasta la órbita lunar y recorrerla para regresar a nuestro planeta, fueron los primeros seres humanos en mirar la Tierra completa desde el espacio y quedar aún más maravillados ante la certeza de admirar desde la distancia un lugar donde lo que brilla es la vida.

Igualmente fueron los primeros en conocer la cara oscura de la Luna y disfrutar del amanecer de la Tierra desde la órbita lunar.

Para quienes mirarla nos emociona con fuerza cada ocasión que tenemos oportunidad, quisiera imaginar el nivel de esa misma sensación al ver en todo su esplendor el planeta Tierra, ya que tuvieron una serie de contratiempos con los lentes de su cámara y la falta de filtros adecuados para mostrar en su justa dimensión la imagen que tenían ante sus ojos.

Creo que a partir de que se conocieran las primeras imágenes de nuestro planeta desde el espacio, seguramente fue la ocasión para detonar la visión integral del mismo y generar el interés de mucha gente en torno a darnos cuenta de que es el único lugar que habitamos los seres humanos, de su importancia y de su fragilidad.

En palabras del astronauta William Anders, quien dijo: “Hemos hecho este largo viaje para explorar la Luna, y lo más importante es, que hemos descubierto la Tierra”, define el impacto que tuvo en ellos y de ahí en tanta gente que hoy sabe que la humanidad enfrenta uno de sus mayores retos en una tarea cotidiana y permanente por cuidarlo.

La vida en nuestro planeta tiene una historia que se cuenta desde muchos ámbitos que la inteligencia, la observación y el estudio dedicado de tanta gente, quienes además de realizarlos ha tenido la gentileza de compartirlos, con el propósito de saber que además de maravillosa, es también azarosa y es una lucha permanente de supervivencia en un balance indispensable para la supervivencia de todos.

Puede ser difícil de explicar, y todavía más de comprender, el impresionante nivel de interdependencia entre las tantas especies vivas en este redondo lugar en el espacio, lo que requiere verlo desde otras ópticas, para que nos cautive como lo ha hecho la Luna a lo largo del tiempo en toda la Tierra, donde también está este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

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