Hay en el mundo quienes disfrutan vivir en ciudades iluminadas en todos los sentidos. Lugares con espacios que mantienen una vida social diurna y nocturna, repleta de actividades, además de las responsabilidades y obligaciones de hogar, estudio o trabajo, aquellas que tienen que ver con el disfrute compartido de caminar, comer, beber, bailar y asistir a múltiples eventos de todo tipo.
Por supuesto que son en su mayoría gente joven que dan rienda suelta a la energía propia de su tiempo, y sin proponérselo van echando raíces y le van otorgando un valor y reconocimiento a esos rincones de su ciudad.
También hay quienes prefieren vivir en otras más pequeñas que pudieran ser consideradas aburridas, pero no lo son así para quienes disfrutan de esa tranquilidad que mucho tiene que ver con mayores espacios de áreas verdes y con mayor contacto con la naturaleza y un ritmo de vida mucho menos ajetreado.
Es cierto que nadie elige donde nacer, pero en ocasiones sí lo hacemos para estudiar y trabajar, aunque hay a quienes la vida y sus circunstancias los llevan a un destino inesperado o no considerado, y es ahí donde pasan una buena parte de su existir. Las variables y las circunstancias de estar en una u otra ciudad suelen ser tantas como quienes se deben acomodar a las mismas, y entonces cada cual, día a día, se dedica a establecer cimientos importantes y sólidos para sí mismo y para los suyos.
Lo que hace más interesante el vivir en un lugar determinado es cuando junto con todo lo que te lleva o te mantiene ahí, se tenga la curiosidad y el deseo de descubrir lo que hay en ella, en especial cuando son ciudades que fueros establecidas muchos años atrás.
Hay quienes pueden, a través de viajar, probar un poco de muchos lugares lejos de donde viven, otros no lo pueden hacer, pero entonces para no caer presos de la rutina que les atrape, deben literalmente descubrir aquello que puede representar la oportunidad de conocer más de cualquier poblado. Para ello están los libros, los documentales y la magia del internet. Me parece que según la edad, el nivel de tolerancia a los decibeles y el tipo de trabajo que tengamos, es que acomodamos el gusto por determinadas actividades. Sin embargo, considero que todas las ciudades cuentan con espacios que nos comparten en silencio, de una manera mucho más discreta y nos permiten sustraernos del ajetreo cotidiano.
Una ciudad como la nuestra ha acumulado al paso de los años una nutrida riqueza cultural que tiene para compartirnos de esa manera, hay lugares con una gran historia, con testimonios de antaño y de la actualidad. Hay museos, bibliotecas, galerías, sitios históricos y más que nos brindan esa posibilidad de viajar en el tiempo. Por alguna razón, insisto, son espacios donde hay silencio y susurros diferentes que de inmediato nos cambian la perspectiva.
Por razones obvias ante el crecimiento y la dinámica de la actualidad, los días y las horas donde la ciudad se presenta más quieta, se dan solamente algunos fines de semana y días antes que despierte del todo y nos regale el privilegio de fortalecer las raíces que se arraigan en lugares donde el tiempo ha transcurrido sin ninguna prisa. Descubrámoslos en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.