Son muy pocas las ocasiones que, quienes vivimos en una ciudad como la nuestra, tenemos la oportunidad de caminar una playa al atardecer y disfrutar de un entorno diferente, el cual reúne todas las condiciones para maravillarnos con todo lo que hay a nuestro alrededor. Es cierto que nuestro horizonte citadino posee sus puestas de sol de antología, vistas en tiempo real, en imágenes con sombras de templos, en poemas y muchas otras expresiones. pero indiscutiblemente la playa y el mar son otra cosa.

Recuerdo una de esas tardes en Nuevo Vallarta, reuniendo varias de  esas  cualidades que disfruto mucho en las actividades como caminar, tomar fotografía y observar algunas aves, tanto cormoranes como garzas en un momento de suerte donde había cardúmenes y ellas aprovechaban para darse un gran banquete mientras fotografiaba a los peces sucumbir en sus picos. Me llamaba mucho la atención que ante la inminente puesta de sol, un velero cruzaba la bahía hasta detenerse y colocarse de manera que sus tripulantes pudieran disfrutar de ese mágico momento. Son apenas unos minutos en los que uno guarda silencio en el interior y te imaginas el sonido que haría ese disco de fuego al sumergirse en la profundidad del océano mientras el velero se interpone entre el sol y la cámara.

Son espacios para no pensar en absolutamente nada y saborearlos como lo hacemos con nuestro postre favorito que suele durar, curiosamente, apenas un suspiro. Aquí les dejo la imagen de esa tarde, con la oportunidad que nos regala la fotografía para disfrutar de un dulce y saborearlo, como seguramente los hicieron  quienes iban en ese velero y como también muchos disfrutan algunos atardeceres en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

@GerardoProal

Google News