Una de las brechas generacionales más importantes que nos impacta en la actualidad, tiene que ver, tanto con todo el contexto en el que vivimos, como con el estilo de vida de las generaciones que han crecido durante el presente milenio. El ritmo de vida y el cúmulo de necesidades que particularmente las familias jóvenes deben satisfacer, se han incrementado por el efecto que la tecnología tiene en las redes sociales.

Suena contradictorio después de las duras lecciones que la pandemia nos dejó y que con el mismo ritmo pareciera que vamos olvidando. Quienes nacimos en la segunda mitad del siglo XX estábamos acostumbrados a un menor número de requerimientos y por ello a un ritmo menor de gasto. Sin embargo, la facilidad de acceso a un sinnúmero de productos y servicios, impulsa un mayor consumo y un constante ejercicio de presupuesto económico para solventar aquellos satisfactorios que consideramos necesarios para alcanzar un determinado nivel de vida.

Aunado a lo anterior, nuestra cultura social ha ido evolucionando también por el efecto de la información a la que tenemos acceso y en la cual se han roto muchos de los límites que estaban establecidos o que simplemente eran reconocidos para mantener una mayor armonía dentro de la diversidad de ideas y pensamientos.

Esto ocurre a lo ancho y redondo del mundo en el que parece haber más diferencias que coincidencias. Para los jóvenes, no hay tantos puntos de comparación como los hay para quienes ya son mayores o adultos mayores que tuvimos la oportunidad de vivir, conocer y comparar un poco más los estilos de vida sin tantas posibilidades de consumir más servicios y productos, como ya se hace hoy día.

Como en esta imagen, más que rascarnos la cabeza, hay que modificar la visión y la perspectiva de la realidad que vivimos todos, mirar las cosas desde otros ángulos para proponer con mayor creatividad nuevas soluciones a los retos que nos presenta este tiempo en el mundo y en este Querétaro nuevo que deseamos conservar.

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