Llegamos hoy al último día de noviembre, una antesala para ingresar, con el inexorable ritmo del tiempo transcurriendo en la vida de quienes nos regimos por el año calendario, al mes final de un año más.

Para muchos de nosotros es uno muy diferente a todos los anteriores que conforman ese trecho de camino por las importantes celebraciones de carácter religioso, por las celebraciones alrededor de finalizar un periodo en el que hubo propósitos de por medio y por que es un espacio de reflexión y análisis sobre todo lo que ha acontecido en nuestro entorno o para nosotros en lo individual. Suele ser el mes en el cual solemos alterar nuestra vida cotidiana por el cúmulo de eventos que nuestras costumbres y cultura han venido estableciendo.

Por otro lado, hay diversas líneas de pensamiento en torno al manejo del tiempo en función del pasado, presente y futuro. Hablo de la importancia que le asignamos a cada uno de ellos en nuestro análisis personal y el papel que juegan en el desarrollo de nuestras actividades personales y el manejo que hacemos de cada uno de ellos.

El pasado es historia y referente de lo sucedido. El futuro es esperanza, aspiración de sueños y propósitos. El presente tiene la mayor trascendencia para todos por la oportunidad de enfrentar los desafíos, tomar las decisiones e impactar en el porvenir, en aquello que sí podemos controlar y que tenemos la oportunidad de realizar.

Aún en la actualidad, se llega a pensar que el manejo del presente corresponde fundamentalmente a los adultos, el futuro a los jóvenes y el pasado a los viejos.

Resulta que las personas que superamos el medio siglo de edad, por múltiples razones nos lleva a pensar con mayor frecuencia en el pasado, del cual no debemos aferrarnos, ya que realidad lo que tenemos es la acumulación de un valioso acerbo de experiencia que nos debería servir para seguir actuando el día de hoy. Los jóvenes, por el gran cúmulo de información a la que se tiene acceso y por la propia revisión de la historia, son los que mejor pueden manejar el presente y en consecuencia influir en el futuro, en su futuro.

Concluyo que en nuestra observación del tiempo logramos obtener un importante balance, ya que por el registro de la historia y de la experiencia es que vamos tejiendo y consolidando nuestra cultura, con su red de costumbres y tradiciones que nos permiten romper con la monotonía de rutina diaria y en el fondo nos brindan la posibilidad de darnos momentos de reflexión ante el implacable efecto del tiempo en nuestras vidas.

Es normalmente en el mes que está por iniciar, que realizamos la evaluación de un año más, con pérdidas, ausencias, fracasos, éxitos, nuevos vínculos y el refrendo de las razones de ser y estar.

Asimismo es tiempo de agradecer, de darle valor al aprendizaje y de refrendar la esperanza, con los propósitos que estarán íntimamente ligados a nuestras decisiones y a nuestro manejo del presente.

Cabría entonces la posibilidad de desear para el último mes del año, un extraordinario presente, que pueda fortalecer y enriquecer, en la reflexión y la celebración, tanto el pasado como el porvenir de cada uno, en todo nuestro redondo planeta, donde también se encuentra nuestro Querétaro nuevo que deseamos conservar.

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