La llamada ventana de Overton describe el rango de ideas que una sociedad considera aceptables en un momento dado.
Fuera de esa ventana quedan las propuestas impensables; dentro, las que parecen normales. Lo interesante —y quizá inquietante— es cómo los gobiernos, los medios y las élites políticas pueden mover esa ventana con paciencia y estrategia, hasta que algo que parecía inaceptable se vuelve parte del paisaje.
Este fenómeno no ocurre de la noche a la mañana. Se trata de un proceso lento de normalización.
Primero, una idea marginal entra al debate público —por escándalo o curiosidad—. Luego, a fuerza de repetirse, se vuelve “tema de conversación”.
Después, los líderes de opinión la suavizan, los medios la contextualizan y los políticos la debaten. Finalmente, cuando la sociedad deja de reaccionar con rechazo, la idea se convierte en una opción política viable. En ese punto, la ventana ya se movió.
Los gobiernos saben esto. Por eso usan tres herramientas fundamentales: la fijación de agenda, el framing y la saturación narrativa.
La primera consiste en decidir de qué se habla —y de qué no—. Si todos los noticieros abren con el mismo tema, ese tema domina la conversación pública.
El framing, por su parte, es el encuadre: la forma en que se presenta un hecho para que el público lo interprete de cierta manera. No es lo mismo decir “reforma fiscal” que “ajuste para fortalecer la economía”. Ambos son lo mismo, pero suenan distinto.
Así, los gobiernos no sólo informan: moldean percepciones. Y cuando los ciudadanos comienzan a pensar dentro de esos nuevos marcos, las fronteras de lo aceptable se expanden.
De pronto, medidas que hace una década habrían generado rechazo —como el espionaje digital, la militarización de tareas civiles o la restricción de ciertos derechos en nombre de la seguridad— se presentan como “necesarias” o “inevitables”.
Las redes sociales aceleran el proceso. En ellas, los gobiernos ya no necesitan convencer a todos, sino activar a los suyos. Un ejército de mensajes, influencers y bots puede hacer parecer que una postura marginal tiene respaldo popular. La ventana se mueve con hashtags.
La pregunta es si todavía nos damos cuenta cuando cambia. Cuando normalizamos la vigilancia, la violencia o el autoritarismo, no porque creamos en ellos, sino porque aprendimos a verlos como parte de la realidad. Y en política, lo que se acepta, se repite.
Consultor, académico y periodista