Gabriel Morales

Querétaro y el Tío Sam

Durante las últimas tres décadas, Querétaro ha vivido una transformación profunda en su estructura económica y social. De ser una entidad con vocación agrícola pasó a convertirse en uno de los polos industriales más dinámicos del país.

La industrialización comenzó en los años 60, enfocada en la agroindustria, con empresas como Kellogg, Gerber y Carnation. Sin embargo, el giro decisivo ocurrió en 1994 con la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que aceleró el desarrollo en sectores como la manufactura de vehículos y electrodomésticos.

El tratado trajo beneficios a la industria, pero afectó gravemente al campo y desató una ola migratoria desde las zonas rurales.

Durante buena parte del siglo XX, la economía queretana y sus élites estaban ligadas al sector agrícola nacional. El TLCAN colapsó ese modelo. Favoreció a las agroindustrias estadounidenses, que inundaron el mercado mexicano con granos subsidiados. Los productores locales quedaron fuera de competencia. Muchos perdieron sus cosechas, sus tierras se volvieron suelo urbano y dejaron de sembrar.

A la par, Querétaro se posicionó como destino estratégico para la inversión extranjera. Su ubicación, conectividad y mano de obra atrajeron industrias automotriz, aeronáutica y de autopartes.

Esto se reflejó en el empleo: en 1990, cerca del 20% de la población ocupada trabajaba en el sector primario; para 2020, era menos del 5%, según el INEGI. En contraste, el sector industrial pasó de representar el 25% al 40% de la economía estatal.

Mientras la economía favorecía la creación de colonias en la zona metropolitana por el auge industrial, a unos kilómetros municipios como Huimilpan se vaciaban de población rural.

Ciudades como Dallas, Houston, Chicago y zonas de California recibieron a queretanos, sobre todo hombres, que partieron en busca de trabajo.

Este fenómeno generó una feminización del campo: mujeres a cargo del hogar, la crianza y, en muchos casos, de las parcelas. Esta sobrecarga de responsabilidades ha dejado huella en las dinámicas familiares y en la formación de nuevas generaciones.

En paralelo, las remesas se volvieron vitales para la economía local. En 2023, Querétaro recibió más de 800 millones de dólares por este concepto. Amealco, Jalpan, Pinal y Cadereyta son algunos de los municipios con mayor recepción. Para muchas familias, estas transferencias son su ingreso principal, lo que revela la dependencia generada por la desarticulación del sector agrícola.

Paradójicamente, mientras Querétaro despegaba como polo industrial, ciudades estadounidenses como Detroit —antiguo centro de la industria automotriz— vivían su declive.

Si Robocop viviera hoy, sería solo una lata oxidada en una ciudad fantasma.

Las grandes armadoras trasladaron parte de su producción a México, aprovechando menores costos laborales. Esto provocó despidos, abandono urbano y pérdida de clase media en EU.

No obstante, este auge industrial también consolidó una dependencia estructural del capital extranjero. Lo que parece una historia de éxito local, en realidad está atada a decisiones y vaivenes externos.

La experiencia queretana muestra cómo los acuerdos comerciales globales pueden reconfigurar economías enteras. Y deja una lección clara: el desarrollo económico, si no se acompaña de políticas de equilibrio social, puede dejar atrás a comunidades enteras y crear nuevas formas de desigualdad.

Consultor, académico y periodista

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