La reciente autorización del Instituto Electoral del Estado de Querétaro (IEEQ) para realizar un plebiscito en el municipio de Cadereyta de Montes marca un momento relevante para la democracia participativa en la entidad.
Más allá del tema concreto que se someterá a consulta, este hecho reabre la discusión sobre los alcances y las limitaciones de los mecanismos de participación ciudadana en México.
El plebiscito, según la Ley de Participación Ciudadana de Querétaro, permite que la población se pronuncie sobre actos de gobierno considerados “trascendentes para la vida pública del municipio o del Estado”.
Es un ejercicio que, en teoría, empodera a la ciudadanía al darle voz en decisiones que normalmente se toman desde la administración pública. Sin embargo, su efectividad depende de tres factores: accesibilidad, vinculación y confianza en las instituciones que lo organizan.
En la práctica, el reto comienza por la accesibilidad. Aunque la ley queretana prevé el uso de herramientas tecnológicas para facilitar la participación, persisten obstáculos estructurales: la brecha digital, el desconocimiento del proceso y la desconfianza hacia las autoridades electorales.
Lograr una participación amplia exige campañas de difusión claras, inclusivas y adaptadas a las realidades locales, especialmente en comunidades rurales o con baja conectividad.
El segundo desafío es la vinculación de los resultados. La legislación establece que el plebiscito sólo será obligatorio para las autoridades si participa al menos el 30% del electorado.
Ese umbral, alto para los niveles de participación promedio en ejercicios no electorales, limita el alcance de la consulta. En la mayoría de los casos, los resultados quedan como meramente “indicativos”, lo que debilita la percepción de eficacia.
El tercer punto, y quizá el más importante, es la confianza. Según estudios, la mayoría de las leyes mexicanas regulan mecanismos como el plebiscito o el referéndum, pero su uso es escaso. Esto se debe, en gran parte, a la distancia entre la norma y la práctica.
El plebiscito en Cadereyta, por tanto, puede ser más que un ejercicio local. Puede convertirse en un precedente para revitalizar la participación ciudadana en Querétaro y en el país, siempre que se garantice transparencia, inclusión y seguimiento a sus resultados.
La democracia participativa no se construye con leyes en papel, sino con ciudadanía activa y gobiernos dispuestos a escuchar.