El Partido Acción Nacional atraviesa un proceso que recuerda más a un rebranding empresarial que a una simple política profunda.
Después de cuatro años de alianza con el PRI —una sociedad que diluyó su identidad y desdibujó su discurso histórico— el PAN intenta volver a conectar con la ciudadanía. Su lema cambia: de “Por una Patria Ordenada y Generosa” a “Patria, Familia y Libertad”. Pero, ¿es suficiente un nuevo eslogan para reconstruir la confianza perdida?
El relanzamiento encabezado por Jorge Romero Herrera, con su promesa de “un PAN abierto, moderno y ciudadano”, busca proyectar frescura y cercanía. Sin embargo, más allá de la imagen y la retórica, el rebranding político exige algo más profundo: claridad en la misión, visión y valores. Las empresas que rediseñan su marca lo hacen cuando su identidad deja de conectar con su audiencia. Y eso, precisamente, es lo que le ocurrió al PAN.
La alianza con el PRI le restó autenticidad. Su discurso opositor se diluyó en la negociación y, en muchos estados, la militancia se desmotivó.
En las elecciones recientes, Acción Nacional perdió peso territorial y simbólico. Su desafío actual no es solo recuperar votantes, sino redefinir su propuesta frente a un electorado joven, urbano y cada vez más crítico.
Romero intenta abrir las puertas del partido con mecanismos de participación digital y elecciones internas más transparentes.
El uso de una aplicación para afiliarse o postular candidaturas puede representar un paso hacia la democratización interna, pero el riesgo es creer que la tecnología sustituye a la convicción. Un partido no se renueva solo con apps o lemas; se renueva con causas.
El nuevo lema —“Patria, Familia y Libertad”— evoca la raíz conservadora del panismo, pero también plantea una tensión: ¿busca el PAN volver a su base tradicional o conectar con una sociedad más plural y progresista? Si la intención es abrirse, el mensaje debería reflejar inclusión, no solo identidad.
El rebranding de Acción Nacional parece más un intento de reconciliación con su historia que una transformación estructural. No ha modificado su doctrina ni sus estatutos, lo cual limita el alcance del cambio. La forma cambia; el fondo, todavía no.
El reto del PAN no está en redibujar su logo ni llenar plazas. Está en demostrar que aprendió de su crisis de relevancia, que puede dialogar con las nuevas generaciones y que su visión de “Patria y Libertad” puede traducirse en políticas reales y no solo en consignas. Si logra convertir su rebranding en una reconstrucción ética y política, entonces sí podría hablar de una nueva era azul.
Consultor, académico y periodista

