El politólogo e internacionalista argentino Marcelo Gullo sostiene que necesita “desafiar” las recetas que le sugieren o imponen las potencias reinantes para salir del subdesarrollo y convertirse también en potencia. Una de esas recetas es combatir el proteccionismo y abrazar el libre comercio.

Su teoría se llama la “insubordinación fundante”. Marcelo Gullo realizó un análisis comparado de diversas naciones que en los últimos 200 años: Inglaterra, Estados Unidos, Francia, entre otras.

El común denominador, dice, fue adoptar políticas de protección de sus sectores económicos e industrias en tanto se fortalecen y se volvían competitivas. Relata que Inglaterra cerró la puerta a la lana proveniente de Países Bajos, que en su momento eran de mejor calidad.

Una vez que su industria textil podía competir y superar a las lanas neerlandesas, el Imperio Británico abrazó el discurso del libre comercio e invadió diversos territorios, a lo largo y ancho del mundo, para abrir mercado a sus productos.

Cuando los intereses de una potencia se ven comprometidos, añade Marcelo Gullo, las potencias meten en un cajón su discurso de libre comercio y se convierten en las naciones más “nacionalistas” para proteger sus sectores económicos estratégicos.

También, han ejercido “presiones” de diverso tipo para evitar el surgimiento de diversas naciones, con el argumento de promover la “democracia”, “combatir el comunismo” o el “terrorismo internacional”, aunque esa promoción democrática ha incluído el apoyo a dictaduras como la de Augusto Pinochet, en Chile.

El “América First” de Donald Trump sería la máxima expresión discursiva de ese nacionalismo, junto a sus lances contra China, e incluso México.

A partir de los estudios de Marcelo Gullo vale la pena preguntarse si México ha tenido, en sus 200 años de historia independiente, momentos de “insubordinación fundante” o de subordinación a las potencias.

Hay historiadores, como Juan Miguel Zunzunegui que sugieren que en su momento Porfirio Díaz “plantó cara” a diversas exigencias del presidente William Howard Taft, durante la cumbre bilateral que sostuvieron en Ciudad Juárez y El Paso.

Ante la negativa de Díaz a ceder el control de una bahía para una base naval estadounidense o desechar el proyecto del corredor del Istmo de Tehuantepec, entre otras, Zunzunegui señala que un año después de la entrevista con Taft, Díaz ya no estaba en el poder a raíz de una revolución que se hizo con armas norteamericanas.

La cuestión, a largo plazo, es si la vecindad con EU limita el potencial de México, ya sea por acción directa de la aún mayor potencia del mundo, o por colonización intelectual de una clase política que durante décadas señaló que el libre comercio era el camino del desarrollo para el país.

Como siempre, las transiciones de poder son momentos clave para el devenir de una nación y hoy nos encontramos en la antesala de una más. ¿Tendremos la habilidad política para llevar a cabo nuestra “insubordinación fundante” o será un peldaño aplazado nuevamente? El tiempo, implacable, nos lo dirá.

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