Ah, el Tren México–Querétaro. Ese sueño ferroviario que aparece cada sexenio como el cometa Halley, generando ilusión, polémica… y, sobre todo, oposición. Porque si hay algo más mexicano que la sopa de fideo, es que todo gran proyecto de infraestructura viene acompañado de un coro de “¡ahí no, por favor!”. Lo vimos con el NAIM, el AIFA y el Tren Maya.

Corría el año 2014 cuando el entonces presidente Enrique Peña Nieto propuso su versión del tren bala. Todo era emoción hasta que se sugirió que la estación en Querétaro se ubicara en la colonia Calesa. Ahí comenzaron los brincos.

Vecinos preocupados por el tráfico, el ruido y, claro, el valor de sus propiedades, y uno que otro político, encendieron la mecha de la oposición local. El tren nunca arrancó y fue archivado junto con otras tantas promesas sexenales.

Avance rápido a 2025. Ahora es Claudia Sheinbaum quien da el banderazo. El tren va. Con presupuesto aprobado, cronograma en marcha y hasta un nombre para la estación final: “La Corregidora” (porque nada dice “modernidad ferroviaria” como una figura del siglo XIX).

Y, sorpresa: la ubicación propuesta volverá a levantar cejas. Esta vez, no en Calesa, sino en un predio que abarca el parque Alcanfores Sur y la vieja estación del ferrocarril.

El estudio de impacto ambiental —ese documento de más de mil páginas que pocos leerán completo— ya fue aprobado. En él se detalla que la estación ocupará 9 hectáreas, tocará zona protegida por el INAH. En otras palabras: una receta perfecta para que comiencen los recursos legales, los amparos y, claro, los comunicados indignados en redes sociales.

Pero, ¿realmente sorprende? En México hay quien protesta si le cambian la ruta al camión, ahora imagina lo que provoca un tren eléctrico que atraviesa 230 kilómetros y planea instalar una estación sobre un parque con historia y bancas de concreto con más de 30 años de antigüedad.

Eso sí, no se puede decir que el gobierno no lo intentó. El proyecto contempla pasos de fauna, drenajes, rehabilitación de puentes y hasta medidas para el rescate de flora. Pero en la arena política, los árboles valen más que las hectáreas de concreto, especialmente si están en tu colonia y te dan sombra gratis desde 1992. Al final, el dilema es clásico: ¿progreso o preservación? ¿Tren o tranquilidad? ¿Alcanfores o alta velocidad?

Y mientras se resuelve, los opositores de hoy, que quizá nunca se suban al tren, se unirán a los de ayer en la lista de quienes dijeron que “ahí no”, sin importar si era Calesa o el parque. Porque cuando se trata de grandes obras, lo único más constante que el cambio… es la resistencia.

Google News