La relación de Estados Unidos con la ONU ha estado marcada por una serie de contradicciones que socavan el sistema multilateral y ponen en evidencia que la cooperación internacional solo vale cuando conviene. Bajo el gobierno de Donald Trump se explicitó el doble estándar: EU abandonó el Acuerdo de París y cuestionó a la OMS, mientras respaldaba ofensivas de Israel contra Palestina pese a denuncias humanitarias.

Trump llegó a afirmar que la ONU “no sirve para nada” y que no logra resolver los conflictos del mundo. Pero ese reproche suena hueco cuando proviene de un país que ha debilitado activamente ese organismo: retiró financiamiento, descalificó agencias especializadas y abandonó acuerdos globales. No se puede demandar soluciones multilaterales y a la vez salirse de los mecanismos que las hacen posibles.

México, al contrario, ha abogado por una reforma profunda de la ONU. Juan Ramón de la Fuente, canciller mexicano, ha señalado que la revitalización de la Asamblea General y del Consejo de Seguridad es impostergable. A su vez, promovió la creación del grupo UN80 Global para fortalecer el multilateralismo, el derecho internacional y la acción colectiva.

El internacionalista Alejandro Chanona lo sintetiza: la ONU debe transformarse, pero el mayor obstáculo es la falta de voluntad de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad para impulsar un cambio real. Mientras esto no ocurra, los conflictos aumentan. En 2024, el Instituto de Investigación para la Paz de Oslo contabilizó 61 conflictos en 36 países, y más de 1,100 millones de personas viven en pobreza extrema, muchas en zonas de guerra.

La ONU nació después de la Segunda Guerra Mundial con el propósito de contener el uso de la fuerza entre Estados. Hoy, después de ochenta años, el multilateralismo sigue siendo la mejor herramienta para limitar el poder desproporcionado de algunos. Pero si EU insiste en jugar a juez y parte —retirándose cuando no le gusta algo y exigiendo cuando le beneficia— quizás el problema no sea que la ONU “no sirve”, sino que lo que realmente no sirve es la coherencia en la política exterior estadounidense.

Consultor, académico y periodista

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