Gabriel Morales

El periodismo de opinión y la disputa por el sentido público

El periodismo de opinión cumple una función esencial en la vida democrática: convierte los hechos noticiosos en controversias inteligibles, disputadas y políticamente significativas para la ciudadanía.

Sin esa mediación interpretativa, la conversación pública quedaría reducida a una secuencia de datos aislados, sin contexto ni dirección.

La opinión periodística no sustituye a la información; la complementa al dotarla de sentido, perspectiva y conflicto, elementos indispensables para una deliberación democrática robusta.

Los géneros informativos —noticia, crónica, reportaje— organizan el flujo de hechos que alimenta la conversación pública. Seleccionan, jerarquizan y describen acontecimientos con pretensión de objetividad.

Sin embargo, su alcance termina donde empieza la interpretación. Los géneros de opinión —editorial, columna, artículo, crítica— toman esos mismos hechos como punto de partida, los interpretan, les asignan significados y formulan juicios de valor. En esa operación se construyen marcos de comprensión que permiten al lector orientarse en un entorno saturado de información.

La opinión publicada es, por tanto, un campo de lucha simbólica. En ella se enfrentan proyectos políticos, económicos y culturales que buscan definir qué se considera un “problema público”, quién es “responsable” y qué soluciones se perciben como legítimas.

Las columnas y editoriales no solo expresan posturas personales o institucionales: moldean la forma en que la ciudadanía lee las noticias y evalúa el desempeño de los actores públicos.

Desde la teoría democrática, la deliberación exige más que información: requiere comprensión esclarecida. Robert A. Dahl argumenta que la democracia solo funciona si los ciudadanos pueden entender las alternativas y consecuencias de las decisiones colectivas.

El periodismo de opinión contribuye a ese propósito al contrastar argumentos, explicar causas, revelar intereses y proponer criterios de evaluación. En ese proceso, fortalece la cultura cívica y la capacidad de exigir rendición de cuentas.

En contextos donde la pluralidad de voces está garantizada, la opinión periodística mantiene viva la libertad de prensa. Su diversidad permite que la crítica circule no solo contra el poder político, sino también contra las élites económicas o los propios medios. De ahí que la vitalidad del debate público dependa tanto de la existencia de buena información como de la calidad de las interpretaciones que la acompañan.

En última instancia, opinar es disputar el significado de lo público, y esa disputa es el corazón mismo de la democracia.

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