Gabriel Morales

¿Cómo cambiaría el Congreso de Querétaro con una representación pura?

La reciente propuesta de reforma electoral presentada por el Instituto Electoral del Estado de Querétaro da pie a formular una pregunta interesante: ¿qué pasaría si los 25 diputados locales no se eligieran con el sistema mixto actual —15 de mayoría relativa y 10 de representación proporcional—, sino que se repartieran todos los escaños según el porcentaje de votos de cada partido?

Hoy, el sistema mixto permite que los partidos con mayor fuerza territorial se lleven más curules, pues ganar un distrito asegura un lugar en el Congreso, aunque su porcentaje global de votos sea menor. En cambio, bajo un esquema de representación proporcional pura, los 25 diputados se asignarían estrictamente con base en los votos obtenidos en las urnas. Con el modelo actual, en el papel, Morena y sus aliados alcanzan la mayoría simple en el Congreso, es decir, el 50% más uno de los escaños. Pero con un sistema de representación proporcional pura la historia cambiaría.

De acuerdo con los resultados de 2024, el PAN, con el 36.2% de la votación, tendría 9 diputados; Morena, con el 33.5%, obtendría 8 legisladores locales; el PRI, con casi el 7%, repetiría con 2 representantes; el Partido Verde Ecologista de México (6.3%) conservaría 2; y Movimiento Ciudadano (5.9%) 1 curul. A ellos se sumaría el Partido del Trabajo (3.2%) con otro legislador, alcanzando así el mínimo requerido para estar en el Congreso. En este escenario, ningún partido o coalición lograría por sí sola la mayoría absoluta (13 de 25). El PAN seguiría siendo la primera fuerza, pero con apenas un escaño más que Morena.

En teoría, un Congreso con este diseño fomentaría la construcción de consensos. La pluralidad obligaría a los actores políticos a dialogar y negociar. Sin embargo, la práctica nos ha mostrado lo contrario: las oposiciones suelen ser acusadas de “vendidas” cuando respaldan propuestas del gobierno, lo que muchas veces alimenta dinámicas de bloqueo más que de cooperación.

Aquí surge una pregunta clave: ¿qué representa un diputado? ¿A su partido, a los votantes de su distrito, a la dirigencia de un partido o a un programa de gobierno? En las urnas no solo se eligen representantes, también se validan plataformas políticas que deberían convertirse en políticas públicas.

El reto para Querétaro, más allá del modelo electoral, es diseñar mecanismos de control ciudadano que aseguren que los legisladores cumplan el mandato de quienes los eligieron. De lo contrario, cualquier reforma corre el riesgo de quedarse en ajustes técnicos que no transformen la relación entre ciudadanía y Congreso.

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