Gabriel Morales

Cambiar la ciudad, evitar tragedias

La muerte de dos personas tras el accidente vial en la Calzada de Los Arcos abrió un debate entre la clase política de Querétaro.

El objetivo del diálogo entre actores de diversos signos políticos y distintas instancias del Poder Público es loable.

Propuestas como la del diputado Enrique Correa Sada, para incrementar las penas a quien ocasione lesiones o la muerte tras cometer una infracción de tránsito, abonan a un marco jurídico más robusto.

Sin embargo, la discusión ha dejado de lado lo que activistas y especialistas señalan como el verdadero caldo de cultivo de los accidentes mortales: el diseño urbano y la velocidad excesiva en zonas de alta interacción peatonal.

El Observatorio de Movilidad de Querétaro y expertos del Instituto de Políticas para el Transporte y el Desarrollo del Reino Unido coinciden en que es necesario “pacificar la ciudad” para que los vehículos circulen más despacio.

La evidencia es contundente: según la Organización Mundial de la Salud (OMS), un peatón atropellado a 30 km/h tiene un 90% de probabilidad de sobrevivir; a 50 km/h, esa probabilidad cae por debajo del 20%.

Ciudades como Bogotá, Ciudad de México o Pontevedra, en España, han implementado zonas 30 en áreas escolares, hospitalarias o comerciales, con resultados positivos en la reducción de muertes viales.

En Londres, por ejemplo, un estudio del British Medical Journal encontró que las muertes y lesiones graves bajaron un 42% en barrios con límites de 32 km/h.

Bajar la velocidad no siempre requiere obras costosas. Urbanistas señalan que basta con intervenciones ligeras como pintar cruces peatonales sobreelevados, ampliar banquetas, reducir carriles o instalar macetas y mobiliario urbano para estrechar las calles.

Estas medidas, llamadas “tácticas de urbanismo” o urbanismo táctico, han sido aplicadas en ciudades latinoamericanas como Rosario, Argentina, y Ciudad de México con inversiones mínimas y mejoras notables en la seguridad vial.

Estas estrategias no solo salvan vidas, también mejoran la percepción de seguridad y fomentan que más personas caminen o usen la bicicleta.

Los cambios legales son necesarios, pero insuficientes si no se acompañan de una transformación física y cultural en la movilidad urbana.

La inconsciencia de unos cuantos puede costar vidas, pero un diseño de ciudad centrado en las personas puede salvarlas antes de que ocurra la tragedia.

Consultor, académico y periodista

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