La silla de Centro Cívico marea y hace perder piso a la mayoría de quienes la han ocupado.
Gobernar la capital del estado provoca también un ego mayor, pero también alimenta la soberbia política.
Después de la gubernatura, la presidencia municipal de Querétaro es el cargo más codiciado. En pocas palabras, es la joya de la corona, debido a que se gobierna a más de un millón de habitantes —la mitad de la población de la entidad— y también cuenta con un presupuesto que rebasa los siete mil 609 millones de pesos.
Armando Rivera fue el primer presidente municipal que gobernó desde Centro Cívico. Antes de ser alcalde, era un político accesible con la gente, pero también amigable con los reporteros, con quienes nunca dejaba de bromear. Al llegar a la alcaldía todo eso se terminó. Acceder a él era lo más difícil, en buena parte por el cargo que ocupaba pero también porque creía erróneamente que sería el siguiente gobernador.
Francisco Domínguez es un hombre de carácter fuerte, pero cercano a la gente. Esa virtud nunca la perdió al llegar a Centro Cívico. En pocas palabras, Pancho no perdió el piso y tampoco se mareó en la silla. Por eso pudo sacar al PRI de la Casa de la Corregidora y ser uno de los exgobernadores más queridos.
Roberto Loyola es un exalcalde priista, al que también la silla lo hizo perder el piso. Sintió que desde Centro Cívico ya tenía la gubernatura, pero la realidad lo llevó a perder una elección constitucional frente a Francisco Domínguez.
Marcos Aguilar le arrebató la silla de Centro Cívico al PRI, motivo suficiente para montarse en un ego del cual nunca se desprendió. Por ello sus aliados que tenía al interior del PAN se pelearon con él, al grado que se quedó solo en su partido.
Luis Nava, anterior alcalde de la capital queretana, es un hombre con experiencia, pero con poco carisma. Su pecado fue dejar a sus colaboradores cercanos para hacerlo inaccesible a la gente. El expresidente municipal sólo se movía en ambientes controlados para no tener manifestaciones o expresiones de rechazo.
Con todos los antecedentes referidos, llamó la atención que el pasado Viernes Santo, en medio de miles de personas que presenciaban la Procesión del Silencio, apareciera discretamente como asistente el actual alcalde, Felipe Fernando (Felifer) Macías, quien por su cargo es aspirante natural al 2027.
Pocos se habían dado cuenta de su presencia. Estaba sentado en una banqueta en medio de las multitudes, sin guaruras y sin personal de apoyo de la Presidencia. Le acompañaba su mamá Adriana Olvera, su hermano Emmanuel y otros familiares cercanos.
Poco se corrió la voz y se dieron cuenta de que ahí estaba Felifer, quien mostró músculo, pues decenas de personas, al término del evento religioso que pasó por las calles del Centro Histórico, esperaron pacientemente su turno para saludarlo y tomarse la foto para compartirla en redes sociales.
La peor medicina para un inquilino de Centro Cívico es la soberbia y el fuerte ego, tal como ya sucedió con anteriores alcaldes. Eso lo sabe Felifer, quien con un estilo diferente, se desmarca de esas malas tentaciones.