Desde 1997, el Poder Legislativo de Querétaro entró en una dinámica en la cual las fuerzas políticas minoritarias tienen un mayor peso de lo que representan numéricamente en el total de las curules.
Recordemos que antes de 1997, el Partido Revolucionario Institucional (PRI), como fuerza política hegemónica, arrollaba a la oposición, en sus votaciones para aprobar leyes y reformas en la Legislatura. Ser opositor, pero sobre todo ser parte de la llamada “chiquillada”, era intrascendente para las decisiones que se tomaban en el Legislativo. En conclusión, así funcionó por décadas la maquinaria.
En octubre de 1997, el PRI en Querétaro, no sólo perdió el gobierno del estado, sino también pasó a ser la segunda fuerza política en el Congreso local, aunque el PAN no alcanzó la mayoría absoluta.
Eso llevó a los partidos chiquitos a convertirse en quienes inclinan la balanza, debido a que su voto empezó a marcar la diferencia para aprobar leyes y acuerdos políticos que marcaron el rumbo del poder y también la implementación de políticas públicas.
El primer partido que jugó este papel en Querétaro fue el desaparecido Partido Cardenista (1997), en la Legislatura número 52, con su legislador Francisco Javier Borbolla Alegría, quien a la mitad de su periodo se declaró independiente, para rendir cuentas a la dirigencia del instituto político que lo postuló para ocupar un escaño.
Mucho se habla en aquel entonces, en los pasillos del antiguo recinto legislativo, asentado en aquellas fechas en las calles de Pasteur y 5 de Mayo, en el Centro Histórico, de lo importante que era este legislador tanto para el PRI como para el PAN para sacar adelante sus proyectos legislativos.
A partir de ahí, se integraron otras legislaturas y los diputados que representaban a los llamados partidos “chicos” siguieron siendo protagonistas por ser el factor que inclinaba la balanza en las votaciones del Pleno.
Por eso, quienes hemos reporteado el Congreso en Querétaro, no dejamos de escuchar tras bambalinas lo que se ofrece y se da, mediante acuerdos en lo oscurito, por un voto que decide la mayoría del Pleno. Lo cierto es que hasta el día de hoy nadie ha podido documentar la compra de un diputado para inclinar la balanza en el Pleno.
Lo anterior lo menciono por lo que sucedió esta semana en la elección de la Mesa Directiva de la 61 Legislatura, donde hoy se tiene una crisis política y de gobernabilidad, debido a que la diputada de la fracción del PVEM, Georgina Guzmán, quien había apoyado al PAN en las aprobaciones importantes, se pasó al otro bando conformado por los partidos de Morena y el PT.
¿Por qué el cambio de bando de Georgina? Eso sólo lo sabe ella, pero en torno a este asunto ya circulan diversos trascendidos, entre ellos, que Morena la pagará con hacerla candidata a la presidencia municipal de Huimilpan.
Lo concluyente es que la palabra de los diputados y diputadas está muy desacreditada, pues hoy le tocó a Georgina Guzmán traicionar al PAN y PVEM, con su dirigente estatal, Ricardo Astudillo, para irse con Morena y PT, los cuales deben estar conscientes de que también los puede traicionar más adelante, porque el refrán popular dice que quien traiciona una vez lo hará varias y en repetidas ocasiones.
Lo cierto es que lo sucedido esta semana en el Poder Legislativo de Querétaro es una crisis que llegará a tribunales, pero también es uno de los rounds que protagonizarán Morena y el PAN de cara a la elección del 27, en la cual se renovará la gubernatura.
También lo que sucedió a media semana deja en evidencia que los legisladores de Querétaro son incapaces de llegar a un acuerdo civilizado, utilizando las mejores prácticas del ejercicio de la ciencia política, sino todo lo contrario, pues ambos bandos dieron cátedra de malos ejemplos, al insultarse, jalonearse, pegarse, robar boletas. Los legisladores queretanos ponen su granito de arena para devaluar su figura, más de lo que ya está.