Yo no lo sé ni me importa. Sin embargo, para Alejandra Frausto, secretaria de Cultura, y Lucina Jiménez, directora del INBAL, Zapata no solo era gay sino un afeminado patológico y patético. Y así lo establecen en el cartel de la exposición pictórica que se presenta en el máximo recinto cultural del país, el Palacio de Bellas Artes: “Emiliano, Zapata después de Zapata”.
La obra, de un pintorcete de cuyo nombre no quiero acordarme, muestra al jefe revolucionario con cuerpo de mujer, tocándose el sexo, con sombrero rosa y zapatos de tacón, envuelto en un listón tricolor con cara de éxtasis y montando un caballo blanco con el falo erecto.
La explicación del autor del mamotreto es tan idiota como tramposa: “Estoy en mi derecho a expresarme, haciendo una interpretación de un personaje público… en la exposición hay otras 140 obras sobre Zapata, es decir no existe una fórmula para representar a alguien”.
Por supuesto que para los descendientes de Emiliano Zapata el enfoque es muy distinto. Jorge Zapata González, su nieto, advierte: “Vamos a demandar tanto al pintor como a la encargada de Bellas Artes por exponer a nuestro general de esa forma… Para nosotros, como familia, es denigrar su figura presentándola de gay, y no tenemos nada contra los gays, pero no entendemos por qué en un lugar tan importante como Bellas Artes, lo han expuesto en esa forma y no lo vamos a permitir”.
No obstante, todas estas reacciones tienen sin cuidado a Alejandra y Lucina. Ni una sola respuesta oficial a los cuestionamientos populares y mediáticos. La exposición seguirá tal cual hasta el 16 de febrero de 2020.
No se trata de un desgarramiento de vestiduras ni mucho menos. En primer lugar, el mamotreto en cuestión no revela nada nuevo. Ya diversos estudios historiográficos se han referido con mayor o menor seriedad al presunto homosexualismo o bisexualismo de Zapata. El punto es que la orientación sexual de Zapata perteneció y seguirá perteneciendo a su vida privada, que sobre todo ahora —en un gobierno supuestamente abierto e incluyente— debería ser de un total y absoluto respeto.
Ese es el tema: el engendro, disfrazado de obra de arte, no solo atenta contra la memoria del que ha sido considerado el héroe más químicamente puro de la Revolución Mexicana; sino que atenta, insulta, degrada y ridiculiza a la homosexualidad. Y eso sí que es una muestra de estúpida arrogancia.
Periodista. ddn_rocha@hotmail.com