Por decirlo todo/lo que se silencia/lo que se resiste/lo que queda/en la punta de la lengua/. Marisa Belausteguigoitia.
Los 20 años del Programa Universitario de Estudios de Género de la UNAM. El rector José Narro abrió los festejos, se le veía contentito, tenía razones para estarlo, en sus dos décadas de existir el PUEG ha sido un molino de viento de creatividades, compromiso, y talento. Un trabajo de péndulo, entre la excelencia académica y la participación política. Entre el aula y las plazas. Ana Güezmes habló del trabajo conjunto ONU Mujeres-PUEG. Jean Franco, Marta Lamas, Marisa Belausteguigoitia y Rían Lozano, presentaron el libro “Pedagogías en espiral. Experiencias prácticas.
Centro Cultural Tlatelolco, presentación de un segundo libro: “En la punta de la lengua. Al filo de la imagen, (cuidado editorial: Mariana Winocur). Caía la noche, la voz de Regina Orozco y sus boleros. Más allá de los ventanales, la plaza de las Tres Culturas. La plaza de las alteridades inscritas en las piedras antiguas. En un espacio simbólico de la Memoria, un bello libro-objeto de memoria. “En la punta de la lengua marca las palabras que cuesta decir, que están por advenir, lo que queremos contar pero que nos elude, aquello que es huidizo y que como una postdata se dice al margen.
Voces inaudibles de mujeres desaparecidas, presas, indígenas, maestras, homosexuales, jóvenes, migrantes, chicana.” escribió Marisa.
“Empezamos a plantear la creación del PUEG en 1988”, narra Lorenia Parada. “Quisimos que nos diera la posibilidad de dar a conocer la propuesta feminista y, de profundizar en su desarrollo teórico y político. ¿Qué figura podía coincidir con lo que queríamos: un organismo flexible, no acartonado y que pudiera moverse entre los intersticios de la universidad?”.
Académicas de la UNAM se sumergieron en el proyecto: Lorenia, Araceli Mingo, Gabriela Delgado, Teresita de Barbieri, Alicia Elena Pérez Duarte, Goria Careaga”. El PUEG se fundó en agosto de 1992. Durante doce años lo dirigió la doctora en filosofía Graciela Hierro; desde hace siete lo guía Marisa, doctora en Estudios Culturales y de Género.
Imágenes. Palabras. Memoria. Una alpargata de mujer del campo. Las mujeres cargan sobre sus cabezas los recipientes con el agua escasa, las tierras que trabajan, sin derecho a la propiedad. Abandono y prohibición. Indígenas mazahuas. Triquis cercadas en San Juan Copala. Atenco. La comandanta Esther “emplaza” al Congreso, aquella tribuna del color de la Tierra. En ese caminar de la vulnerabilidad hay un sentido de vida que es distinto, que el PUEG reivindica, y al que se suma: la esperanza de un caminar colectivo.
El anhelo de articular el silencio. Para resarcir. Para sanar. Enunciar lo decible, entrar en tratos con lo indecible. “¿Cuál es el camino que nos lleva a escuchar y articular el silencio, la palabra o el grito de aquellos sujetos a cercos, sitios o encierros? ¿Cómo definir lo que impulsa a las mujeres asediadas a transitar del silencio a la toma de la palabra?”, preguntas que ordenan el libro, y el trabajo del PUEG. Ir por el dolor de los otros, para articular el nuestro.
Ciudad Juárez. En el 2004, académicas del PUEG, encabezadas por la doctora Lucía Melgar, y del PIEM-COLMEX, presentaron un plan alternativo “para esclarecer los asesinatos, justicia a las víctimas, reparar el daño a las familias. Justicia, reparación y verdad histórica”. El trabajo del PUEG con la Secretaría de Educación Pública, con el concientización ante los discursos discriminatorios de género.
Reclusión. Exclusión. Las/los compañeras/os del PUEG organizaron la toma simbólica de los muros en el penal de Santa Marta Acatitla. Las internas pintaron sus narrativas de vida. Un más allá del cerco, del abandono. Lucy: “Una mujer cuando llega a un reclusorio la toman de lo peor. Somos endemoniadas, basuras que no valemos como mujer. No somos eso, somos seres humanos”.
Inmenso mural. Reinterpretación de la simbología pública, y de la privada: la balanza —dudosa— de la justicia. Corazones, flores, un rostro femenino con el signo de la palabra junto a su boca. “No somos lo que somos, somos lo que hacemos para cambiar lo que somos”. Una Ángela cansada. Una mujer dice: “Lo que me pasó…¡Zaz, por mensa! ¡Zaz, por confiada! ¡Zaz, por pendeja!”. La pintura de un que brazo sostiene a otro, con las manos tomando las muñecas, una cadena de brazos que se sostienen mutuamente. Una mira y sólo puede murmurar: ¡Zaz, por la esperanza! ¡ Zaz, por el futuro! ¡Zaz, por una segunda oportunidad!.
Coloquio anual “Güeras y prietas: raza y género en la construcción de nuevos mundos”, creado para reflexionar alrededor del “Día de la raza”. “¿Cómo se habla desde la piel? ¿Cómo circulan los tonos de la piel y de la voz?”. Un logro luminoso del PUEG: Que el trabajo académico no sea un compartimiento estanco. Eligen el reto del péndulo. Que la experiencia atraviese la inteligencia, y el trabajo conceptual, pero que la experiencia atraviese también el imaginario, y el cuerpo.
Trajinar de identidades cambiantes. Si el conservadurismo funciona, es porque ofrece la ilusión de arraigo y permanencia a ultranza. Ilusorio, pero pacificador. Cuestionar identidades. El PUEG fiel a su consigna: desarropémonos, para arroparnos, de una nueva manera elegida, justa, igualitaria, amorosa. Distinta. Rompe. Rasga. Borda.
Coordinadora académica del Instituto Simone de Beauvoir