Opinión

El violinista del diablo

Su costumbre de vestir siempre de negro, y su gran virtuosismo con el violín, le fueron creando el mito de que había hecho pacto con el diablo.

30/12/2017 |03:18José Sobrevilla |
Redacción Querétaro
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Lo describían flaco, pálido, cadavérico, con barbilla prominente, boca hundida por falta de algunos dientes; otros, estrecho del pecho, frente alta, ancha y cuadrada, nariz aguileña, grandes orejas, cabello negro largo, desarreglado, y enormes dedos. Su costumbre de vestir siempre de negro, y su gran virtuosismo con el violín, le fueron creando el mito de que había hecho pacto con el diablo. Algunos contemporáneos agregaban que muchas de sus piezas eran imposibles de interpretar.

Su leyenda del pacto con el maligno nació de una de tantas actuaciones donde, extasiado, hacía sonar maravillosamente su violín sacándole las notas más increíbles. De pronto una cuerda se revienta y el director y la orquesta se detienen, pero Niccolò Paganini seguía tocando. La pieza se desarrollaba y de pronto otra cuerda se revienta. La orquesta vuelve a dejar de tocar. Todos contienen el aliento, sin embargo, el sonido del violín seguía escuchándose… y así hasta terminar con únicamente en una cuerda y sin dejar de lado ninguna nota. Increíble.

Lo anterior hizo recordar a quien esto narra, la ocasión que, en el auditorio de la Facultad de Comercio de Tampico, UAT, hace años, el violinista veracruzano Hermilo Novelo, interpretó el concierto para violín en Re Mayor op.35 de Tchaikovsky. Desde la primera butaca se le veía tocar emocionado mientras las cerdas de su vara se reventaban soltando un polvo blanco que se dibujaba a contraluz de los reflectores; sin inmutarse él seguía y seguía tocando. Inolvidable.

Sin duda Novelo es personaje de gran interés, pero la vida y obra de Niccolò Paganini que hoy nos ocupa es apasionante. Lea por qué…

En Génova, un 27 de octubre de 1782, Teresa Bocciardo dio a luz a un pequeño con síndrome de Marfan: deformación en brazos y manos que hacen verlos más largos de lo normal. Antes de nacer, Teresa soñó un ángel que le decía que tendría un hijo que sería el más grande violinista del mundo. En aquel tiempo decían de ella que era una bruja y que Antonio Paganini, comerciante marítimo y aficionado a tocar violín y mandolina de manera amateur, el mismísimo diablo.

El sueño de su mujer lo obsesionó a tal grado que, esperando resolver así sus problemas económicos, desde pequeño impulsó en Niccolò la disciplina y gusto por la música. Por ello, a los cuatro años, le compra su primer violín y a los nueve ya interpretaba su primer concierto público con obra propia. Unos empresarios presentes juntaron fondos y lo mandaron a Parma con Alessandro Rolla (italiano virtuoso de la viola y el violín, compositor, director y profesor), quien al escucharlo dijo “no tengo nada qué enseñarte”.

De 1805 a 1813 Niccolò dirigió la corte de María Ana Elisa Bonaparte, princesa de Lucca y Piombino, hermana de Napoleón; antes, en 1803, a los 21 años, harto de su padre, deja la familia para viajar a Europa multiplicando su éxito. Ahí procrea con la cantante Antonia Bianchi un hijo llamado Achilles Paganini, quien fue el que recopiló más tarde la obra de su padre. En 1827, el Papa León XII premió a Niccolò con la Orden de la Espuela Dorada, justo cuando rumores de su pacto con el diablo eran más fuertes. Decían que su destreza la obtuvo cuando estuvo preso acusado de asesinar a una amante y que, para burlarse, el carcelero le pasó un violín con una sola cuerda.

Los rumores del concierto donde tocó con una sola cuerda multiplicaron su fama al grado que, decían, los sonidos no venían de uno, sino de varios violines; también que percibían la sombra del diablo ayudarle en las partes difíciles; rumores que Paganini jamás desmintió, sino que fomentó al rechazar a la iglesia y dar conciertos en cementerios entrada la madrugada.

En la Gazzeta Piamontese, un crítico publicó después de un concierto: “Tiene algo de diabólico, una habilidad casi sobrenatural. Muy a menudo su violín ya no es un violín. Es una flauta, es la limpísima voz de un canario bien amaestrado; supera las más incomprensibles dificultades con una facilidad indecible”. La Sonata Napoleón, que aquí dejamos a nuestros lectores, escrita sólo para la cuarta cuerda del violín, es única; pero los 24 caprichos, según www.deviolines.com, revolucionaron la técnica de interpretación tanto que no todos los virtuosos del violín se han atrevido a tocarlos. Niccolò Paganini murió en Niza un 27 de mayo de 1840. ¿No es una belleza de interpretación?

Periodista cultural