Opinión

El Post-Romanticismo: ANTONIN DVOŘÁK

03/12/2013 |07:49Francisco González de Cossío |
Redacción Querétaro
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Musicalia

En nuestras dos entregas anteriores hablamos de la familia austríaca de los Strauss, y de otro gran compositor de operetas, Franz Lehár. Ahora nos referiremos a dos grandes compositores checos del post–romanticismo, Antonín Dvořák y Bředrich Smetana. Empezaremos por Dvořák.

Antonín Leopold Dvořák nació en Bohemia, perteneciente al entonces Imperio Austrohúngaro, en 1841, y falleció en Praga, actual República Checa, en 1904. Fue el más importante representante del post–romanticismo y es considerado el principal exponente del nacionalismo checo. Aunque su música está fuertemente imbuida en los temas folklóricos y nacionalistas de su patria, ello no le impidió el haber desarrollado una dimensión internacional en su obra, sobre todo por la honda huella que le dejó el haber vivido en Estados Unidos (1982-85), como director del Conservatorio de Nueva York, etapa en la que compuso dos de sus más famosas obras, la Sinfonía del Nuevo Mundo y el Cuarteto americano.

Dvořák inició su carrera musical estudiando la viola, y en 1886 se incorporó a la orquesta del Teatro Nacional de Praga después de estudiar en la escuela de órgano. En este período ya comenzaba a componer con un estilo influido cada vez más por la música nacionalista de Smetana, que dirigía a la sazón la orquesta del Teatro. Saltó a la fama en 1873 con su Himno Patriótico Op.30 y con su colección de Danzas eslavas, una de sus más bellas obras y quizá la favorita del que esto escribe. Es autor de alrededor de 189 obras (hay cierta confusión en sus catálogos musicales), entre las cuales destacan 9 sinfonías, siendo la 9ª. la más popular, la arriba mencionada Sinfonía del Nuevo Mundo Op. 95; un bellísimo concierto para violonchelo y orquesta, Op.104, probablemente el más bello concierto para chelo del repertorio musical; 3 rapsodias para orquesta; 5 poemas sinfónicos; 14 cuartetos de cuerda; tríos para piano y cuerdas, siendo el más conocido el Dumky trío, Op.90; quintetos para piano y cuerdas; dos misas; un Te Deum; un Réquiem; oberturas; canciones; baladas; marchas; valses; mazurcas, etc.

A menudo se compara a Dvořák con Brahms, quizá porque ambos fueron buenos amigos y admiradores el uno del otro, y ambos se interesaron en la música folklórica, aunque, a diferencia de Dvořák, en el caso de Brahms su interés no fue por la música de su país natal, sino por la de los gitanos húngaros.

Cabe destacar de manera muy especial su ópera Rusalka (1901) Op.114, una de las 10 óperas que compuso (aunque las demás son poco conocidas y representadas). Tiene también una ópera sacra en tres partes. Rusalka es un cuento de hadas lírico, en tres actos; trata de una ninfa acuática que se enamora de un príncipe y tiene su origen en leyendas populares del norte de Europa, tema que también fue utilizado en un cuento de Hans Christian Andersen (La Sirenita) y en un poema dramático de Pushkin. La bella partitura de Dvořák a veces evoca a Wagner y a Debussy, pero siempre manteniendo su identidad checa. El pasaje más bello y popular de la ópera, cantado a menudo como aria individual, es la Canción a la luna, melodía que prácticamente todas las sopranos del mundo han cantado. No puede dejar de conocer y disfrutar esta bella melodía, estimado lector, aunque todavía no sea ‘fan’ de la música clásica. Seguramente después de escucharla se convertirá en ‘diletante’ como su seguro servidor.

El mundo perdió un tesoro cuando el 1 de mayo de 1904, presa de una  congestión cerebral, a los 62 años de edad, se apagó esa resplendente luz.

*Diplomático queretano; diletante de la música clásica. Twitter: @fgcossio

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