Hace unos días falleció el padre Clifford Anthony Norman, quien tenía a su cargo la obra de Santa María del Mexicano, en el municipio de Colón, Qro., que brinda formación y asistencia integral a unas 300 personas (que han sumado unas 4 mil), entre niñas, niños, jóvenes y ancianos, en estado de abandono, desamparo, desnutrición o sujetos a mal trato y que requieren de servicio asistencial.

La obra está conformada por cinco casas, todas ellas ubicadas en el municipio de Colón: casa de niños, niñas, de jóvenes mujeres, de jóvenes hombres y un asilo de ancianos, que también hace las funciones de oficina principal.

A lo largo de casi 40 años, el padre Norman nos dio a los queretanos y al mundo algunas lecciones relevantes:

1.- La importancia de tener interés por los demás y tratar de servirlos, especialmente a los más necesitados.

2.- La importancia de buscar, en lo posible, la auto sustentabilidad en nuestra vida familiar y comunitaria.

3.- El valor del trabajo constante y de llevar una vida ejemplar. Buscar integrar el amor y los recursos de personas de buena voluntad, para traducirlos en acciones de asistencia y solidaridad a favor del desarrollo cultural, técnico y deportivo de los más necesitados, elevando su calidad de vida en el estado físico, anímico, emocional y nutricional para hacer de ellos personas de bien y provecho en la sociedad.

El padre Norman, o el padre “Toño”, nació en Chicago en 1931. Ingresó en 1952 al seminario en Colorado. Se ordenó sacerdote en 1960. Formaba parte de la orden religiosa de los benedictinos, quienes lo enviaron en 1975 a la casa de Santa María del Mexicano, una ex hacienda que se encontraba en ruinas, para iniciar la obra de ayuda a los pobres.

En una entrevista, el padre Toño, comentó que cuando era joven, lo invitaron a llevar unas canastas con comida a personas necesitadas, y que fue a una casa de una familia muy, muy pobre y cuando llego, el señor de la casa, con lágrimas en los ojos, dijo: “ustedes son una muestra de que Dios existe”, y que, desde entonces, se propuso, con sus obras, ser una muestra de la existencia de Dios.

Por el año de 1980, un servidor, supe de la obra que estaba llevando a cabo. En esa época daba yo clases en la preparatoria del Fray Luis de León y tuve dos alumnos originarios del municipio de Colón que habían vivido y estudiado en Santa María del Mexicano.

Uno me narró que no contaban con energía eléctrica y, por las noches, para cenar o para otra actividad contaban con una bicicleta suspendida en el aire, a la cual le ponían un “dínamo” (un generador de energía que se mueve con la llanta) y un foco, y que alguno pedaleaba la bici para iluminar el lugar.

El padre Norman era ingenioso y buscaba soluciones a las necesidades, así como generar alimentos, energía y materiales para la subsistencia de quienes iban a la comunidad.

En dos ocasiones visité el lugar en compañía de otros jóvenes. Ambas veces fuimos muy bien recibidos por el padre, quien procuraba que sus visitantes se llevaran un mensaje de fe y de optimismo ante la vida.

Muchas personas de buena voluntad y empresas han colaborado con el patronato de la obra de Santa María del Mexicano, que esperamos que continúe por mucho tiempo y que, el ejemplo del padre Norman, nos sirva a los queretanos y mexicanos para buscar con entusiasmo y optimismo la manera de mejorar nuestro entorno y la armonía en la sociedad.

Analista político y miembro del PAN

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