Ayer desayunamos en El Mezquite, un sencillo restaurante en la orilla de Pueblo Nuevo, en Corregidora. Es muy agradable y tiene un jardín al aire libre. Llegamos a las 9:10 de la mañana, acababan de abrir y muy amablemente el dueño, Mario, nos indicó una mesa. Nos dijo que el café ya estaba listo. Juan pidió americano y yo de olla. Al poco tiempo llegaron como diez señoras a desayunar. Por lo visto el lugar tiene su clientela. ¡Qué bueno!
 
Mario nos sirvió el café y nos ofreció pan dulce. Ambos pedimos unas corbatas muy sabrosas, y para desayunar Juan ordenó huevos revueltos con tocino y yo dos sopes, uno de pollo y otro de chorizo. Mientras nos preparaban el desayuno platicamos de los hijos. Juan tiene cuatro, tres mujeres y un hombre. Yo dos hombres y tres mujeres. La plática giraba sobre qué debe uno hacer antes de morir. ¿Debemos heredarles a los hijos dinero, propiedades o qué? Tanto Juan como yo estamos más bien viejitos, así que frecuentemente pensamos en estos asuntos. Los dos estuvimos de acuerdo en dos cosas: la primera, que hay que tener testamento. No importando cuántas y cuáles cosas vas a heredar. Y la segunda, que más vale dejarles a los hijos una excelente educación, que dinero o propiedades.
 
Me platicaba Juan que de sus tres hijas, que son las mayores, una ya está casada y es ingeniera, otra es abogada y la más chica acaba de graduarse como contadora. El hombre, que es el menor, dice que ya no quiere estudiar, acaba de terminar la prepa y Juan no sabe cómo convencerlo para que curse una carrera. Pienso que más bien, Juan debe hacer lo necesario para que el menor, si no quiere estudiar una carrera, por lo menos estudie una profesión o carrera corta, hay muchas. En mi caso yo ya terminé; todos mis hijos e hijas tienen carrera y ya están casados y con hijos. Muchos, sólo 18. Llegó el desayuno y estuvo bien; los huevos revueltos de Juan estaban bien preparados, es algo muy sencillo. Mis sopes me parecieron regulares, pero me sirvieron un plato que era una montaña de lechuga rayada y abajo, hundidos bajo la lechuga, estaban los sopes. Tuve que hacer a un lado todo para encontrarlos.
 
Platiqué con Mario y le decía que a los sopes solamente se les pone un poco de lechuga rayada. Me platicó que la cocinera es nueva y le contesté que por eso es que hay que capacitar al personal.
 
*Luis de la Macorra es amante de la buena comida
lmacorra@yahoo.com
 
Salimos a evaluar el lugar y estuvimos de acuerdo:
 
  • En la recepción fue el mismo dueño quien nos recibió, 10.
  • El ambiente recuerda a un restaurante campestre, 9.
  • El equipo, sólo bien, 8.
  • La comida, faltó capacitación, 7.
  • En el servicio, considero que hay que contratar a un mesero, 8.
  • El precio, muy barato, 9.
  • En resumen, solamente recomendable, 8.5.
 

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