El primero de enero de 1994, el mismo día que entró en vigor el Tratado de Libre Comercio (TLC) que se vislumbraba como la panacea que llevaría a México al exclusivo y elitista club de los países del “primer mundo”, el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en el estado de Chiapas, sorprendió en todo el país y más allá de sus fronteras, marcando un antes y un después para la historia de México y los movimientos sociales.

El viejo dinosaurio priista, del cual no se veía que fuera a ceder a los reclamos democráticos de la sociedad y los partidos de oposición recién organizados como el PRD y el PT, —el PAN ya le había entrado al juego de las “concertaciones”, recuerden San Juan del Río en nuestro estado— respondió con fuerza ante el embate de los miles de indígenas que reclamaban un mejor mundo, “un mundo donde cupieran muchos mundos”, posibilidad clausurada por el capitalismo salvaje.

La presión de la sociedad y la disponibilidad de dialogar por parte del EZLN y su vocero más carismático el subcomandante Marcos, obligaron al gobierno de Salinas y al sucesor Zedillo, a sentarse en la mesa de negociaciones y firmar los Tratados de San Andrés, donde se reconocían los derechos de los indígenas. Lamentablemente, a veinte años de aquel suceso, la situación, ya no digamos del país, sino de Chiapas, permanece sin grandes cambios. La pobreza extrema, la desigualdad insultante, la corrupción de los gobiernos entrantes y salientes de diversos partidos políticos y el hambre ¡en pleno siglo XXI!, permanecen para nuestra indignación.

Sin embargo, la influencia positiva que tuvo el EZLN para las movilizaciones sociales en México y el mundo es incuestionable. Los Sin Tierra, en Brasil, los Pachacutik, en Bolivia, los Piqueteros, en Argentina, los Indignados, en España, el Barzón, en México, ninguno de estos movimientos se entendería plenamente sin el levantamiento neozapatista como antecedente y muchos de ellos hoy son parte del frente de vanguardia mundial de la lucha anti sistémica. Lo mismo sucedió en Querétaro, los movimientos urbano-populares rápidamente aprehendieron de su ejemplo.

El Frente Independiente de Organizaciones Zapatistas (FIOZ), el más representativo de estos, se solidarizó con el EZLN enviándoles alimentos y éste, en respuesta, los apoyó cuando, años después, el FIOZ fue fuertemente reprimido por el intolerante gobierno panista de Ignacio Loyola Vera, partido que se dio gusto hostigando, amenazando, encarcelando, torturando y asesinando a activistas sociales.

En el llamado Zapatour del 2001, la caravana neozapatista agregó en su pliego petitorio la liberación de Sergio Gerónimo Sánchez Sainz y a José Anselmo Robles, líderes del FIOZ, encarcelados injustamente, desatándose la controversia cuando el gobernador panista pidió la represión hacia los comandantes zapatistas, los cuales, por supuesto, no se quedaron callados ante la afrenta.

Hace ya veinte años del levantamiento del EZLN, veinte años de dignidad rebelde y ejemplo de verdadera autonomía del cual todos podemos tomar algo para la construcción de una nueva sociedad en nuestro entorno, donde el “mandar obedeciendo”, con representantes que sí representan siempre de manera real e inmediata a sus representados, y en donde los principios fundamentales de la revocabilidad, elegibilidad y llamado a cuentas funcionan todo el tiempo, por una sociedad más justa e igualitaria en la cual todos quepan y vivan solidariamente.

Juventud Progresista de Querétaro, PT

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