Es raro que un delantero de élite internacional en plenitud futbolística llegue a la Liga MX. La mayoría de los refuerzos “bomba” vienen a México en un momento descendente en su carrera. El caso de André-Pierre Gignac ha sido una excepción, ha venido a cumplir en la cancha y a ganarse la simpatía de millones de mexicanos.
Desde el primer minuto en el país, el galo se ganó a los mexicanos, con sombrero de charro declaró que venir a nuestro balompié no era un paso atrás en su carrera sino todo lo contrario, un reto para ganar campeonatos.
Días después ayudó a Tigres a llegar a la final de la Copa Libertadores, meses después se colgaba la medalla de campeón del Apertura 2015 y ahora, a tres años de su llegada, acumula tres títulos y está a nada de ser el máximo anotador de los felinos.
En el tema personal, pese a aparentar ser un tipo rudo de pocas palabras, es un gran ser humano que constantemente hace labores altruistas y que se ha enamorado de nuestras tradiciones. Dos de sus cuatro hijos nacieron en el país y apoya al Tricolor como si fuera mexicano. Incluso en Europa se ha expresado de maravilla de nuestra cultura. Inclusive en partidos oficiales de la selección gala ha festejado con las señas de Libres y Locos (la barra de Tigres).
Es normal que un delantero de sus cualidades y cuota de goles reciba muchas ofertas tentadoras de otras ligas, él las ha rechazado, pues piensa retirarse en Tigres y, ¿por qué no?, quedarse en México.