El 1 de agosto de 2025, la Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación publicó los resultados de la Convocatoria 2025 para el reconocimiento en el Sistema Nacional de Investigadoras e Investigadores (SNII). Entre los admitidos estaba yo. Más allá de la satisfacción e importancia personales, esta magnífica noticia es significativa para mí porque, desde que dejé mi pasión por la teología hace dos lustros, me he dedicado a cultivar con perseverancia y entusiasmo la bioética, la docencia y la investigación. Ahora que formo parte de esta hermandad, comparto esta reflexión.
Ser miembro de SNII es importante porque proporciona reconocimiento y prestigio a las y los científicos, así como un incentivo económico que fortalece su permanencia y la continuidad de sus investigaciones. Además, contribuye al desarrollo y difusión del conocimiento científico y tecnológico en el país, ayudando a formar nuevas generaciones de investigadores e investigadoras, y mejorando la calidad de vida de la sociedad a través de la innovación.
El SNII es importante para el país y la sociedad porque 1. Estimula la producción de conocimiento científico, tecnológico y de innovación; 2. Promueve la formación de las y los investigadores y fortalece la comunidad científica en México; 3. Impulsa mejoras en la calidad de vida, la productividad y la competitividad de la sociedad mexicana, y 4. Es un instrumento clave para que el Estado evalúe y oriente el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la innovación en México.
En mi caso, además de enseñar latín, griego y filosofía, mi campo de investigación es la bioética, que he descrito como una disciplina híbrida, que se fundamenta en el uso creativo, y con perspectiva de género, del diálogo inter, multi y transdisciplinar entre las ciencias de la vida y los valores morales con la finalidad de crear, articular y ofrecer respuestas y, en la medida de lo posible, soluciones a los problemas planteados por la investigación y la intervención sobre la vida, el medio ambiente y el planeta Tierra. Pero no solamente es una disciplina o un mero ámbito de conocimiento: es una cosmovisión, una forma de vida, es creer con ciencia y con conciencia.
En 2025, a cinco años de la pandemia por la Covid, hay señales de que hemos entendido un poco más, que el destino de los seres vivos en el planeta está en interdependencia y que, en esta aldea global, la Tierra, lo que afecta inicialmente a unos repercute eventualmente en todos: es insensato querer separar a los seres humanos de los otros seres de la naturaleza. El ethos, que es el carácter y la personalidad, se refiere al trato y consideración para con los demás seres humanos, los demás seres vivos y la naturaleza, nuestra morada, nuestra casa. Así, es evidente que la bioética es el diálogo creativo entre los avances biotecnológicos (ciencia) y los valores morales (conciencia) que nos ayuda a vivir, convivir y, quizá, a sobrevivir.
Profesor de Tiempo Libre; coordinador de la Unidad de Bioética de la UAQ.