El 6  de noviembre pasado, los diputados panistas en la cámara, a una señal, fueron abandonando sus curules lentamente, sus rostros denotaban una gravedad extrema, caminaban hacia la tribuna con determinación, llevaban en sus manos unas pancartas azules que les “hermanaba” y daba colorido. Este, era un acto histórico, emulaban a la izquierda mexicana y sus desfiguros, ya eran contestatarios, eran  rebeldes, dejaban atrás el estilo y sus formas,  sin más,  tomaron  la tribuna reventando la sesión y suspendiendo los trabajos. Entre risas nerviosas, gritos, coraje y llanto, exigían  la “desinvitación” de Nicolás Maduro Moro a la toma de posesión del presidente electo el 1 de diciembre.

Antes, el día primero, ya se habían pronunciado en el mismo sentido Xóchitl Gálvez Ruiz (senadora del PAN) y Manuel Añorve Baños, senador por el PRI, quienes acusaban al presidente bolivariano de “atentar en contra de los principios democráticos y de los derechos humanos del pueblo venezolano”,  blandiendo como arma, su autoridad moral, porque los gobiernos, emanados de sus partidos,  habían  respetado y protegido a nuestro pueblo de manera puntual y decidida.

El gobierno de México, a partir de la llegada de Vicente Fox al  poder, decidió asumir la “doctrina Monroe” cuya justa interpretación es “América para los “norteamericanos”. La doctrina establecía que ante una intervención europea en el continente sería vista como una agresión que requeriría la intervención de  Estados Unidos. Esa idea fue vista como la justificación para que EU iniciara su intervencionismo unilateral en América Latina encontrando un eco lamentable en los grupos conservadores mexicanos.

La historia consigna constantes atentados e imposiciones de gobiernos en  nuestras naciones por parte de la unión americana (Cuba, Grenada, República Dominicana, Guatemala, Chile, Honduras…) y bloqueos económicos a Cuba y Venezuela, repudiados por la comunidad internacional ante el terrible daño que infringen a sus pueblos.

El presidente electo, a diferencia de sus antecesores (Fox, Calderón y Peña Nieto) que optaron por el tutelaje de  Estados Unidos, aplicará la “doctrina “mexicana”, mejor conocida como la “doctrina Estrada”, que establece lo siguiente: “Ningún gobierno requiere del reconocimiento de otras naciones para asumir su propia soberanía. Este planteamiento supone un rechazo explícito a cualquier forma de INTERVENCION extranjera en los asuntos del gobierno de una nación”. La “Doctrina Estrada” promueve una actitud respetuosa con respecto a los asuntos internos de México y de cualquier otra nación.

Gracias al respeto por el principio de la autodeterminación de los pueblos, México siempre contó con un gran reconocimiento por parte de la comunidad internacional. Su certidumbre democrática se puso a prueba  a partir de 1959 cuando TODOS los países de la región se plegaron a instrucciones extranjeras rompiendo relaciones diplomáticas con Cuba, a excepción de México, que se distinguió como un país libre y soberano. En enero de 1962  la OEA, un organismo fiel a los designios norteamericanos, decide expulsar a Cuba por establecer un régimen social, político y económico distinto a “sus principios”.

Vicente Fox Quezada, en su turno como presidente, con el instinto adulador ante una venta, vulneró los principios nacionales en forma tan triste como sucesiva. Nunca podremos olvidar las  instrucciones del “comes y te vas” a un presidente, cuyo contenido dio la vuelta al mundo llenándonos de humillación y de vergüenza. México —nos dice Marcelo Ebrard— invitó, sin exclusiones, a todos los mandatarios a la toma de posesión de López Obrador. De tal suerte que encontraremos “signos” distintos abrazados por el reconocimiento a una   investidura presidencial. Así recibiremos  a representantes de Israel y Palestina, de Cuba y Venezuela, de la temida Corea Del Norte y sobre todo a la enorme delegación de 32 funcionarios enviados por el presidente Donald Trump, quien fuera condenado por el senado mexicano en mayo pasado de esta forma : “El pleno de la comisión permanente del senado rechaza y condena las actitudes xenófobas y racistas. Las agresiones verbales, los condicionamientos y amagos, y los actos inamistosos hacia México por parte del presidente Donald Trump”.

Lo anterior, “quita banderas” al grupo parlamentario del PAN en su consigna por evitar la asistencia de Maduro y festinar la llegada de otros.  El mismo grupo panista, quien amenaza “ensuciar” el acto en recuerdo a la fallida toma de posesión del presidente Felipe Calderón, delibera su potencial absurdo al reconocer que Andrés Manuel López Obrador será el presidente de México con mayor legitimidad en los últimos 30 años. 

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