Entre los siglos VIII aC y I dC, en la antigua Grecia el cuerpo humano, sobre todo el masculino, era lo más importante que debía inmortalizarse con una imagen de perfección. Podemos ver que la cerámica y la escultura nos muestran claramente este interés siempre cuidado con esmero.

Para ellos, Dioses, héroes y atletas fueron plasmados con armonía matemática, basada generalmente en las proporciones regidas por la Divina Proporción o Sección Áurea, cuya identificación fue establecida con la letra griega Phi y su equivalencia numérica de 1.618. Entre las virtudes de esta Divina Proporción están las coincidencias de los números y sus fracciones inversas, en las que Phi = 1.618 y su inverso 1/1.618 = .618.

Esta proporción, determinó los conceptos de geometría que garantizan el equilibrio, sin distingo entre Dioses, héroes y atletas que eran coronados con ramas de Roble y de Olivo. La belleza, encontró su consolidación y difusión, a través de las investigaciones del Arquitecto suizo Jean Charles Jeaneret, conocido como Le Corbusier, en su obra imperdible El Modulor.

A partir de entonces la imagen del cuerpo, belleza y fealdad se convirtieron en una obsesión. Ernest Buchor (1890 – 1963), experto arqueólogo y estudioso de la cultura griega dijo “Se podría decir, con alguna exageración, que hubo una época en la que el arte griego representó solamente artistas y deportistas”, haciendo que dioses y guerreros parezcan atletas.

Practicaban desnudos haciendo alarde de juventud y belleza como lo muestra la escultura de Aquiles del año 440 aC, misma que diez años después, Policleto de Argos aprovecha para hablar de los postulados de la figura perfecta que se desglosa explícitamente con su obra Diadúmenos, quien se ata las cintas de triunfador que fueron colocadas en su cabeza.

La escultura griega hasta el siglo V aC, mostró un arte idealizado, que a partir de esa fecha empieza a desplazarse hacia el realismo provocando que sus imágenes sean, quizá, menos poéticas pero más veraces, llegando al verdadero retrato escultórico, que igualmente tuvo sus propias aportaciones  entregándonos escenas en piedra donde las deformaciones causadas por los golpes del gimnasio y las tremendas llaves en el pancracio, quedaron convertidas en arte.

Un ejemplo importante es el Sátiro de Élide, triunfador en el 328 aC. Lo atractivo de esta escultura es que siendo de bulto entero permite el disfrute de los momentos de esfuerzos máximos y de posturas imposibles de comprender desde la tribuna, pudiendo hasta recuperar las técnicas de todas las justas deportivas.

La contraparte, Eurípides, establecía que la grey de los deportistas no servía para la ciudad, motivo por el que debía de considerarse como una actividad insana que además, deformaba los cuerpos hasta matarlos y mostrarlos grotescos en función del excesivo desarrollo de las partes del cuerpo, que la especialidad deportiva exigía se desarrollaran más.

Por otra parte, las mujeres ni como espectadoras eran respetadas en su decisión de acercarse al deporte. Se consideraban masculinas y feas y a diferencia de los hombres, realizaban sus deportes, vestidas.

El colmo de esta postura machista, fue expuesta públicamente todavía en el inicio de los Juegos Olímpicos, cuando el Barón de Cubertain dijo que la presencia femenina en las Olimpíadas era perfecta para coronar la cabeza de los triunfadores.

No obstante, uno de los deportes realizados por mujeres fue el conocido como el “Salto del toro”, donde realizan una especie de danza acrobática sobre el lomo del animal. Una de las obras más representativas La Ninfa Cirene, se le representa vestida.

Paralelamente a las Olimpíadas se celebraban  los juegos Hereos en el 460 aC, de los que da fe una considerable colección resguardada en los Museos Vaticanos.

Existía otro deporte espartano para mujeres, que se llamaban “Las osas de Baurón”, considerado muy erótico, en el que las mujeres entraban en la lucha hasta vencer al oso y ocupar, en su caso, la condición de supremacía del animal que generaba en ellas un nuevo espíritu de fortaleza.

Una obra plástica muy importante es una pintura de Degas, realizada entre 1860 – 62 llamadas “Ejercicios de jóvenes espartanos”. Otro buen ejemplo son una serie de mosaicos ubicados en una Villa siciliana Piazza Armerina, donde se muestra una serie conocida como “Muchachas en bikini”.

Ciertamente, las escenas femeninas son una rareza pero existieron como importantes testimonios puestos de manifiesto gracias al arte que siempre  encontrará un camino para la marca histórica y la demostración de la sensibilidad y talento que lo sustenta.

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