Cuando faltan sólo unas horas para que concluya el 2025, tomemos un momento para reflexionar y reconocer que lo más valioso de los tiempos que corren son los vínculos que nos unen con otras personas. El tiempo compartido gira alrededor de quienes amamos, pero también de aquellos que abren su escucha para dialogar sobre nuestro presente. No estamos solos, siempre hay alguien dispuesto a acompañarnos en los retos por venir. Recibamos este año nuevo acompañados de la cercanía y cariño de nuestros seres queridos, pero también, abiertos a la proximidad de aquellos que nos cuestionan.
Una de las herramientas políticas más poderosas es la fuerza de los vínculos colectivos. En tiempos de adversidad y fragmentación como los que hoy vivimos, la capacidad de conectar es lo que permite a las sociedades enfrentar la complejidad sin perderse, transformar el conflicto en diálogo y deliberación, y recordar que, detrás de toda ideología, existen personas con la necesidad de sentirse conectadas, respetadas y de construir un futuro común. Esa fuerza humana que nos impulsa a buscar lazos auténticos es lo que verdaderamente nos hace libres.
Y, sobre todo, frente a quienes piensan de manera distinta, no denostarlos, nunca descalificarlos. Al contrario, aceptar que son ellos quienes enriquecen nuestro ejercicio político. Todos tenemos un lugar en este mundo, sin el otro, la pluralidad sería imposible.
Experimentamos un momento marcado por disputas ideológicas y la fractura de vínculos sociales que demandan adoptar una política del cuidado que anteponga sobre todas las cosas, la solidaridad y el diálogo. Hoy, más que nunca, es necesario hacer un esfuerzo por entender la perspectiva del otro, aunque nuestras posturas no siempre coincidan. Debemos construir puentes que favorezcan una sociedad más interconectada y comprensiva ante la diversidad. Particularmente, es necesario reconocer que ser ciudadano implica asumir una responsabilidad compartida orientada a crear una vida pública en la que todas las personas se sientan incluidas y valoradas.
Ciertamente, lo político supone la existencia del conflicto; sin embargo, esto no significa necesariamente polarización y desinformación. Cuando la práctica política se funda en el enfrentamiento y la manipulación termina por generar vínculos frágiles y espacios carentes de reflexión, que derivan en aislamiento provocado por las llamadas “cámaras de eco”, exponiendo a las personas a los discursos de odio.
Por el contrario, la participación política activa, desarrollada en espacios de interlocución y mediante la construcción de lazos de colaboración, facilita la interacción social y fortalece la legitimidad y la democracia. Además, responde a la necesidad de autonomía, agencia y sentido de pertenencia. La acción política colectiva otorga un propósito compartido y empodera a las personas.
En tiempos de fragmentación y polarización, proteger los vínculos sociales constituye lo más importante para salvaguardar el bienestar individual, proteger la estabilidad política y mantener la salud social. No debemos perder de vista que el vínculo con el otro configura una parte esencial de la naturaleza humana.
Doctorada en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y Posdoctorada por la Universidad de Yale

