Resulta un contrasentido el nombramiento de Adrián Rubalcava Suárez, como nuevo director del Sistema de Transporte Colectivo de la CDMX (Metro), apenas unos días después de la carta enviada por la presidenta Claudia Sheinbaum a Morena, donde alerta sobre los principios ético-políticos que deben seguir los militantes del movimiento de transformación iniciado por Andrés Manuel López Obrador.
La declaración de la presidenta de no caer “en el exceso de pragmatismo sin principios” y recordar siempre “que el fin nunca justifica los medios, pues si en el camino se pierden los principios, será difícil recuperarlos”, tuvo poco eco en el gobierno de la CDMX, administrado por la morenista Clara Brugada.
Adrián Rubalcava, actualmente senador suplente de Manuel Velasco Coello del Partido Verde Ecologista de México (PVEM) y tres veces alcalde de Cuajimalpa, militante del PRD, del PRI, del PVEM y ahora afín a Morena, tiene la instrucción de modernizar y administrar con eficacia y honestidad el Metro de la CDMX, pese a que su carrera política se encamina en un sentido contrario.
La designación de este personaje, carente de experiencia técnica en movilidad urbana e involucrado en un sinnúmero de presuntos actos de corrupción e impunidad, coincide con la ratificación de la alianza entre Morena y el PVEM en el Congreso de la CDMX, dirigida a fortalecer la mayoría del partido hegemónico.
Mediante sus “habilidades políticas”, Rubalcava buscaría “alinear” al Sindicato Nacional de Trabajadores del Sistema del Transporte Colectivo, a través de acuerdos con Fernando Espino Arévalo, líder absoluto de esta organización, vinculado también al PVEM. Aunque, tras su designación, la crítica de los trabajadores no se hizo esperar. Declararon que su nombramiento representa un intento de imponer intereses partidistas sobre necesidades técnicas.
El Metro de la CDMX tiene asignado un presupuesto de 23 mil millones de pesos para ejercer en 2025. Se trata de una instancia estratégica para la movilidad y representa un punto nodal para la imagen gubernamental. Recobrar la confianza de los usuarios y conseguir resultados visibles en infraestructura y seguridad constituye un objetivo prioritario para la presidenta de México.
“Darle una oportunidad” a Adrián Rubalcava, evocando el espíritu de AMLO, pese a las denuncias que existen en su contra, obviando su “negro historial” asociado a prácticas del “viejo régimen”, evidencia el pragmatismo político de Claudia Sheinbaum.
Lamentablemente, el caso de Rubalcava no es el único, el patrón se repite. La incorporación de figuras polémicas como Alejandro Murat, el intento de Miguel Ángel Yunes y la reciente afiliación del expriista Enrique Benítez a Morena, ocurren todo el tiempo.
La incongruencia de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien apenas hace unos días exigía a los miembros de Morena respetar los principios éticos del partido podría minar su credibilidad ante la ciudadanía. Si la gestión de Rubalcava fracasa, será responsabilidad de la presidenta por avalar una decisión basada en un pragmatismo político que recicla élites en lugar de combatirlas.
Doctorada en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y Posdoctorada por la Universidad de Yale