Tras el lamentable asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, que dejó al descubierto una compleja red criminal y política que desafía directamente la estrategia de seguridad nacional, se sumó una intensa campaña organizada por grupos de ultraderecha en contra de la presidenta, que culminó con la marcha de la supuesta “Generación Z”, evidenciando un escenario especialmente difícil para el gobierno encabezado por Claudia Sheinbaum. Sin embargo, la reciente salida de Alejandro Gertz Manero de la Fiscalía General de la República (FGR), anunciada la semana pasada, reconfiguró el equilibrio de poder a favor de la presidenta de México.
En este contexto, diversos periodistas y analistas críticos de la 4T, como Carmen Aristegui, Raymundo Riva Palacio, Alfredo Figueroa, Adela Micha, entre otros, sugirieron que Claudia Sheinbaum atravesaba una crisis de gobernabilidad o una pérdida de poder. Además, aprovecharon para destacar y celebrar la disminución de su aprobación en el ranking global Morning Consult, donde pasó del 62% al inicio de su mandato al 41% en noviembre de 2025.
Ciertamente, la encuesta global Morning Consult, que posicionó en segundo lugar a Andrés Manuel López Obrador, prácticamente durante todo su sexenio, ubica en noveno lugar a la actual presidenta.
Pese a estos datos, la renuncia “forzada” del fiscal general, Alejandro Gertz Manero, y la llegada de Ernestina Godoy como encargada del despacho de la FGR, mientras corre el plazo legal para que el Senado de la República defina el proceso de selección del titular definitivo, reflejan el reempoderamiento de la presidenta Claudia Sheinbaum. Esta acción evidencia la solidez de su liderazgo y su capacidad para tomar decisiones determinantes.
La destitución de Gertz Manero al frente de la FGR constituye una apuesta política de gran relevancia por parte de la presidenta. Con esta decisión, logra uno de sus principales objetivos, designar a una persona de su entera confianza al frente de la Fiscalía, lo que permitirá fortalecer la coordinación institucional para enfrentar de manera más efectiva el grave problema de la inseguridad en México.
Con este giro de timón, la presidenta vuelve a reunir a Omar García Harfuch y Ernestina Godoy, ahora a nivel federal, como piezas clave de su estrategia de seguridad nacional. El éxito de esta jugada dependerá en gran parte de la capacidad de la exconsejera jurídica para transformar de fondo el desempeño de la FGR y corregir sus deficiencias históricas.
Aunque el éxito político inmediato puede ser evidente, este conlleva costos a mediano plazo, como las críticas respecto al posible debilitamiento de la autonomía de la FGR.
No obstante, el balance entre las ventajas y los riesgos políticos para la presidenta tiende a equilibrarse. Por un lado, el control político y la eficacia que implicaría alinear una institución clave con su proyecto resultan significativos. Por otro, enfrentar el costo de posibles acusaciones por exceder los límites legales y el riesgo de ser percibida como autoritaria. Al final, estos factores encontrarán su justa dimensión si logra reducir de manera efectiva la inseguridad, la corrupción y la impunidad.
Doctorada en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y Posdoctorada por la Universidad de Yale