El término “neorreaccionario” abarca un amplio registro de posiciones políticas radicales de derecha, cuya influencia se está expandiendo en la actualidad por el mundo entero. Mientras escribo estas líneas, el pueblo chileno eligió a su próximo presidente de la República, el ultraderechista pinochetista, José Antonio Kast. Ahora bien, ¿por qué los sectores más desfavorecidos, que representan a la mayoría de la población, eligen respaldar este tipo de perfiles, incluso cuando estas opciones parecen ir en contra de sus intereses?
Las agendas de los neorreccionarios giran en torno a tres temas principales: seguridad, migración y reacción en contra de los derechos de las mujeres. La economía, casi siempre es relegada a un distante cuarto lugar.
Su discurso se enfoca en crear la percepción de que la inseguridad, aunque disminuya de manera significativa, continúa representando un grave problema que los gobiernos progresistas son incapaces de controlar.
El caso de Chile es especialmente ilustrativo, pese a contar con una de las tasas más bajas de inseguridad en la región, según datos del Ministerio Público, la percepción de inseguridad entre la población es sumamente alta. El 87.7% de las personas encuestadas considera que 2024 fue el año con el mayor incremento de la delincuencia a nivel nacional.
El candidato ultraderechista José Antonio Kast, considerado heredero del pinochetismo, logró aprovechar el descontento social relacionado con la inseguridad —una percepción alimentada desde las redes sociales para infundir miedo en la población—, así como las inquietudes respecto a la inmigración irregular. Durante el último debate frente a su opositora Jeannette Jara, candidata de la coalición gobernante “Unidad por Chile”, prometió endurecer los controles y aumentar las expulsiones, especialmente dirigidas a venezolanos que ingresaron al país en los últimos años.
Un aspecto que suelen pasar por alto los gobiernos progresistas es la distinción entre la dimensión socioeconómica y la sociocultural. Precisamente aquí es donde se sitúa una de las múltiples explicaciones que permiten entender por qué los grupos desfavorecidos apoyan a personajes de la extrema derecha.
Actualmente, el debate sobre las ultraderechas no se vincula tanto con las políticas económicas que defienden, sino más bien y, fundamentalmente, con las políticas culturales que promueven.
Del mismo modo que en Europa las políticas en favor de la población migrante generan inquietudes y percepciones de pérdida de estatus en ciertos sectores sociales, en América Latina el avance de la inseguridad, la corrupción e impunidad y la ampliación de los derechos de las mujeres configuran escenarios de disputa dentro de la sociedad.
Uno de los principales factores que acerca a los sectores más vulnerables a los grupos neorreaccionarios, facilitando su éxito en elecciones, es su capacidad para abordar temas que alimentan la batalla cultural, en particular, aquellos relacionados con la percepción de inseguridad, la migración y los derechos de las mujeres, no con la desigualdad socioeconómica, aunque esto último resulte paradójico.
Doctorada en Ciencias Políticas y Sociales por la UNAM y Posdoctorada por la Universidad de Yale

